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Las niñas y los niños con diversidad funcional pueden sufrir más a menudo que el resto, situaciones de bullying, según varios estudios, desde agresiones físicas, psicológicas como la humillación, el engaño o el desprecio, hasta el aislamiento social cuando son excluidos e ignorados por sus compañeras y compañeros. Los resultados de un estudio comparativo entre Francia e Irlanda,  dos países con contextos significativamente diferentes, en cuanto al grado de incidencia de bullying y la trayectoria en la aplicación de políticas educativas inclusivas, destacan las siguientes conclusiones:

  • Existe una fuerte asociación entre lo que se podría denominar “un apoyo social débil” y las dificultades para comunicarse y ser víctima de bullying.
  • Existe una mayor tendencia a informar de que se está sufriendo acoso a medida que la población escolar es más joven, disminuyendo cuando crecen.
  • Las consecuencias para los jóvenes con diversidad funcional son múltiples, incluyendo un mayor aislamiento social, una menor participación en las actividades escolares, mayor autopercepción negativa, así como posibles efectos en los componentes objetivos y subjetivos de la salud.

El alcance y profundidad del impacto que el acoso escolar puede provocar en las niñas y los niños varía dependiendo de la situación; la ansiedad, la depresión y la baja autoestima suelen ser consecuencias habituales. Se sabe que las relaciones violentas perjudican la salud mental y física e incluso el desarrollo cerebral, consecuencias que, si bien son nefastas para cualquier niño o niña, en el caso del alumnado con diversidad funcional podrían empeorar las dificultades añadidas.

Desde hace un tiempo, personas que trabajan con el alumnado de mayor afectación en centros específicos de Educación Especial vienen advirtiendo sobre las situaciones de abuso o acoso sufridos por muchas alumnas y alumnos.

Para prevenir el acoso, los resultados de las investigaciones con mayor impacto ofrecen orientaciones como, por ejemplo, la participación de los alumnos y alumnas en la elección de las normas, la creación de espacios de diálogo donde se hable de estas situaciones, entornos seguros donde el alumnado sepa que va a recibir apoyo y no pierda la confianza en denunciar si viven algún episodio, el club de valientes, las redes de solidaridad y educar en el sentimiento de amistad para que construyan relaciones sólidas que actuarán como “escudos” en prevención de la violencia. En este sentido,  testimonios recogidos en investigaciones al respecto, destacan la importancia de contar con el apoyo de las amistades como factor de protección y cómo, cuando no cuentan con éstas, quedan mucho más expuestas y expuestos a sufrir acoso.

En sus relatos, también aseguran cómo el hecho de ser vistos por sus maestras o maestros como alguien valioso ha jugado un papel fundamental en sentirse respetados y ayudados por parte de sus iguales. Desde las escuelas podemos trabajar para visibilizar las habilidades y fortalezas del alumnado con diversidad funcional, aumentando sus posibilidades de éxito y atractivo.

Con la base de los mejores valores y las evidencias podemos contribuir a que la inclusión y el disfrute de las mejores relaciones sea algo real para todos y todas las alumnas sin excepción.

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