La nominación, por parte de Donald Trump, de Brett Kavanaugh, un juez conservador de la corte federal de apelaciones, para ocupar un puesto en la Corte Suprema de Justicia de los EE. UU., un trabajo de por vida, se ha visto detenida esta semana tras el testimonio de la profesora Christine Blasey Ford, de la universidad de California, sobre el ataque sexual que sufrió por parte de Kavanaugh cuando ambos eran adolescentes.
Unas acusaciones que la profesora Ford declara se vio con la responsabilidad de hacer públicas ante la posibilidad de la nominación, apelando a su deber civil y ético. Señaló que se sentía incapaz de dar la espalda, a pesar de reconocer la dificultad de dar el paso de denunciar, y que era consciente de todo lo que iba a suponer exponer públicamente su vida y la de su familia, tras acusar de conducta sexual inapropiada a una persona poderosa con una larga trayectoria de éxitos y poder, hasta el día de hoy.
En sus declaraciones, Ford resalta el gran apoyo que ha recibido desde el primer momento en que se hizo pública la acusación. Muestra de ello, son las protestas y movilizaciones que se han dado estos días, con un posicionamiento claro y rotundo a su favor, el de las víctimas. Alguna de éstas se anunciaban en este medio esta misma semana, y todas ellas son un reflejo del momento histórico en que la impunidad hacia el acoso sexual parece tener los días contados.
Fue este jueves, cuando Christine Blasey Ford narró, con sus propias palabras y ante todo el mundo, el ataque sexual que sufrió en el verano de 1982, cuando Brett Kavanaugh y su amigo Mark Judge, conocidos suyos, se encontraban en una fiesta visiblemente borrachos y la encerraron en una habitación para agredirla sexualmente. Una experiencia traumática de la que consiguió escapar, a la que ahora se ha propuesto hacer frente públicamente, con el apoyo de sus amistades y seres queridos más cercanos.
Tal y como declaraba Ford, su motivación no ha sido otra que la responsabilidad de decir la verdad. Con ello ha querido desmentir tener intereses partidistas, declarando no ser el peón de nadie, sino simplemente encontrarse con el deber de comunicar datos que considera importantes y a tener en cuenta, antes de que se tome una decisión con relevantes implicaciones.
Su declaración al comité judicial del Senado de los EE. UU., publicada íntegramente en algunos medios, muestra de valentía y entereza, ha conseguido no permitir girar la cabeza a algunos miembros del Senado cuyo posicionamiento es decisivo.
Pues ahora, menos de 24 horas después, se solicita al FBI que investigue los hechos con el fin de verificar la acusación, aunque con el límite impuesto de hacerlo en siete días. Mientras, el mundo entero sigue mirando con mucha atención este caso, recordando mucho a Anita Hill.
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