La Justicia global salta por los aires cuando Estados Unidos se propone dinamitar el Tribunal Penal Internacional (TPI) para eludir que sus militares sean investigados. De hecho, lo ha estado impidiendo desde que este tribunal nació, en 1998. Con sede en La Haya, fue creado en principio para juzgar los crímenes cometidos durante la guerra de los Balcanes, convirtiéndose en una Corte Internacional que por vez primera no representaba solo a los vencedores sino a los 120 países que ratificaron sus Estatutos. Actualmente son 124 los firmantes, debiéndose destacar la ausencia de gigantes como el susodicho EE.UU., Rusia, China o India, así como Irak, Cuba o Israel. ¿Quién teme al TPI, no a Virginia Woolf, si se me permite la paráfrasis? ¿Y por qué?
A finales del siglo XX se apostó por conseguir que ningún crimen contra la humanidad quedara impune. No lo quedaron algunos de los cometidos en África o en la antigua Yugoslavia. El ex primer ministro de Ruanda Jean Kambada fue declarado culpable de promover el genocidio y condenado a cadena perpetua por el TPI en septiembre de 1998. Los máximos responsables del asedio que padeció Srebrenica durante dos años, y que causó millares de muertos, también fueron sucesivamente juzgados y condenados. El general Radislav Krstić, a 35 años de prisión; Radovan Karadzic, ex presidente de la República Sapska, a 40 años; y el comandante Ratko Mladic está pendiente de juicio.
En estos momentos, parece que el TPI prevé una investigación sobre las acciones del ejército estadounidense en Afganistán, intento que ha enfurecido a Washington. No están dispuestos a consentirlo, por lo cual no se conforman solo con no reconocen la existencia del TPI sino que quieren lograr que desaparezca. Pretenden asfixiarlo no únicamente por su parte sino amenazando a los países cooperantes de cortarles cualquier tipo de ayuda si continúan con su adhesión. ¿Tan mal se comportaron los militares de EE.UU. en Afganistán?
Por lo demás, he aquí un nuevo capítulo que pone de manifiesto que la globalización no es más que una entelequia. Tampoco en la administración de Justicia hay globalización. Los grandes continúan ejerciendo su poder mientras que los pequeños, sumando enormes esfuerzos hacia el progreso humano, han de batallar sin tregua para seguir en pie.
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