Ayer se publicó un informe por parte del gran jurado de Estados Unidos donde se confirma que más de mil menores habían sufrido abusos sexuales por parte de unos 300 sacerdotes de la archidiócesis de Pensilvania.
El informe es el resultado de una de las investigaciones más profundas del abuso sexual dentro de la iglesia católica de los últimos tiempos. El documento recoge en casi mil páginas como se ha ocultado el abuso sexual, a niños y niñas, como a chicas y chicos adolescentes.
Cabe destacar el trabajo realizado por los 23 miembros del gran jurado, donde se ha incluido personas católicas practicantes, han trabajado juntas durante dos años para recoger toda la información de los documentos internos, así como el testimonio de más de una docena de sacerdotes donde la mayoría reconoció lo que habían hecho, aunque otros no, afirmando que las acusaciones eran falsas y querían protección al respecto. El jurado decidió también consultar al FBI para que le ayudara a identificar las trampas que conducían a ocultar la verdad, una red de complicidades que debía ser descubierta por su colaboración activa en apoyar a los abusadores.
Según Tim Lennon, presidente de “Survivors Network of those Abused by Priets (SNAP)”, reconoce la importancia crucial de este informe para mostrar la verdad y reclamar justicia. Según sus palabras, ahora estamos viviendo cómo la sociedad civil está liderando el rol necesario para decir en alto que esto no está bien.
Desde la sociedad civil, y en particular por parte de la comunidad católica, se está reclamando una mayor implicación y actitud proactiva desde la Iglesia, y en este caso directamente al Papa Francisco. Se espera un mayor protagonismo y liderazgo de la comisión para la protección de las y los menores del Vaticano, constituida por 8 hombres y 8 mujeres (siendo algunas de estas personas supervivientes de abusos sexuales cometidos por sacerdotes). Su misión es liderar el cambio necesario para erradicar los abusos sexuales en la iglesia católica. Por primera vez, en abril se reunieron con la delegación de SNAP (Supervivientes) de Inglaterra y Gales, para trazar nuevas líneas de acción a partir de la voz de las personas que han sufrido abusos sexuales dentro de la iglesia.
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