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La solidaridad de Harvard, Cambridge, Berkeley, el European Womens’ Lobby, la red de víctimas End Rape on Campus ha sido muy activa firmando documentos contra la revictimización de las víctimas de VG en las universidades españolas y el acoso sexual de segundo orden contra quienes nos han apoyado. Sin esta activa solidaridad internacional (junto con la de aquí por parte de la Plataforma contra las violencias de género y otras entidades, colectivos y personas), el Lobby de acosadores sexuales de nuestras universidades y sus cómplices en la prensa y otras organizaciones hubieran logrado destrozarnos como lo habían hecho hasta entonces con las víctimas, una a una.

Cuando empezaron las difamaciones en contra del centro de investigación CREA por romper el silencio en la universidad, prestigiosos académicos de todo el mundo decidieron tomar posición y apoyar a CREA en su lucha. Hubo casos muy significativos, como un profesor de Harvard que escribió quejándose de que no se le hubiera avisado y pidiendo que se incluyera también su firma. Sabían de sobra lo que podía pasar cuando se rompían unos muros tan fuertes como los que han ido construyendo las estructuras de la universidad feudal. Otras universidades de Europa, Estados Unidos, América del Sur, Australia, se unieron al apoyo y lo mostraron en momentos cruciales a través de acciones específicas.

El hecho de que las mejores universidades del mundo no duden en solidarizarse y en ofrecer su apoyo viene dado, entre otras razones, por la excelencia y el prestigio de la institución, a la par que por el posicionamiento firme de ésta contra el acoso sexual y el abuso de poder y, por consiguiente, a favor de quienes los denuncian. Saben y quieren saber que, como en cualquier institución jerárquica, en la universidad también se puede dar acoso sexual, por eso actúan para prevenirlo, dar respuesta y poder combatirlo con el menor impacto para las víctimas y para quienes las apoyan. En cambio, la universidad española durante mucho tiempo ha pretendido negar esa realidad, con afirmaciones como “el acoso sexual aquí no existe”. Un ejemplo claro fue cuando en una universidad norteamericana, al contar el acoso sexual que llevaba dándose durante tres décadas en la Universidad de Barcelona, la respuesta fue: “Pero, ¿quien deja a una persona acosar treinta años?”. Más que escandalizarse con el agresor, se escandalizaron con quien les permitía su impunidad, teniendo muy claro, como dicen, que para que haya una persona acosando, se necesitan varias protegiéndola. Esa protección, en el caso de la Universidad de Barcelona ha significado una persecución de las víctimas y de quienes las iban a apoyar. De esta forma, se ha ido manteniendo el silencio sobre el acoso sexual interno y la complicidad que lo encubría.

La campaña de solidaridad internacional demostró que romper el silencio en la universidad y sufrir esas acusaciones no acabaría destruyendo a las víctimas y a sus apoyos sino todo lo contrario. Las múltiples muestras de solidaridad, firmas y mensajes llegados de profesionales e instituciones internacionales lograron contrarrestar los ataques de un lobby que no desea dejar de mantener y reproducir las estructuras de poder prevalecientes.

En 2009, en su visita a la Universidad de Barcelona, Sarah Rankin, entonces directora de la Oficina de Prevención y Respuesta ante el Acoso Sexual en la Universidad de Harvard, dijo que: “las futuras generaciones de estudiantes y profesorado iban a tener, sin duda, una experiencia muy diferente gracias al trabajo de CREA”. Venía representando una universidad en la que a las víctimas se las protege y apoya, siendo conscientes de la dificultad que implica romper el silencio bajo una estructura tan poderosa como la universitaria.

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