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A principios de este año, en Kazajstán, una adolescente en una zona rural dio a luz a un niño. La madre tenía 13 años y estaba en séptimo grado, según open society foundations. El suyo no es un caso aislado sino uno de los, aproximadamente, 6.000 a 10.000 embarazos precoces registrados en este país cada año. Un acontecimiento de dimensiones tales que acaba obligando a un alto porcentaje de las chicas que lo viven a abandonar su educación y a casarse con el padre del niño, sin poder elegir libremente entre diversas opciones de vida, presente y futura.

La República de Kazajstán, situada en Asia central, pertenece a un área geográfica en la que por cada 1.000 nacidos vivos, hay 257 abortos, y cada año, 443 adolescentes dan a luz, una tasa tres veces superior a la de Europa occidental, según un informe de la UNFPA (United Nations Fund for Population Activities).

El abandono prematuro de sus estudios supone, para muchas de estas chicas, ver cómo las posibilidades y sus perspectivas de empleo quedan muy reducidas y limitadas. Estos datos son indicativos de una crisis que afecta directamente y en mayor medida a niñas y adolescentes y en este sentido, como se ha demostrado en innumerables estudios, las bajas tasas del uso de anticonceptivos traen además de embarazos de adolescentes, matrimonios precoces y/o abortos, enfermedades de transmisión sexual y mayores tasas de mortalidad tanto para las madres como para sus hijos, colocándoles por ello, en mayor situación de vulnerabilidad y reproduciendo esta situación.

Para hacer frente a esta problemática social, open society foundations hizo un estudio en el que vieron que las jóvenes de Kazajstán sabían muy poco sobre salud reproductiva. Entre otros aspectos, muestra que no existe una política clara a nivel nacional sobre la salud reproductiva de los y las jóvenes. Por otra parte, el tabú cultural del sexo y las relaciones íntimas es, en todo caso, aún más pronunciado cuando se trata de jóvenes. Como consecuencia, no sólo no existe una verdadera política nacional de educación sexual, sino también una falta de voluntad política para crearla.

En esta línea Ms. Kabatova y Mr. Marinin de la Open Society Foundation proponen tres principios fundamentales en los que se debe basar la reforma curricular de Kazajstán:

  • Las jóvenes adolescentes deben tener acceso a información basada en evidencias sobre la reproducción y la salud sexual.
  • Los cursos de educación sexual necesitan alentar el pensamiento crítico, aptitudes sociales, autoempoderamiento y crecimiento personal.
  • Los cursos de educación sexual deben promover un entendimiento positivo y saludable de la sexualidad más que estar centrados principalmente en la abstinencia.

La educación sexual es necesaria para evitar embarazos no deseados y contraer enfermedades de transmisión sexual. Pero también se necesita de más formación que vaya con una educación en la libertad de elección en la que, desde pequeñas, se fomente el empoderamiento para decidir libremente cómo, cuándo y con quién tener hijos o casarse, en decir que NO si no lo desean y en tener la oportunidad de seguir manteniendo los sueños de un futuro lleno de posibilidades educativas y profesionales, para superar esta problemática que afecta a tantas niñas y jóvenes de esta zona del mundo y de otras muchas.

Un conocimiento que las empoderará para tener una vida más saludable y libre, más mediante el lenguaje del deseo y menos desde el lenguaje de la ética, ayudará a prevenir la reproducción de situaciones de marginalidad y empobrecimiento en las zonas rurales de Kazajstán. Se necesita aunar los esfuerzos de toda la sociedad: autoridades, sociedad civil, familiares, maestros… y hacer llegar a aquellas zonas más empobrecidas la educación que empodere a las chicas para elegir y posicionarse libremente, con toda la información necesaria.

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