Decía bell hooks en su libro “El feminismo es para todo el mundo” (2000): “Al principio, la crítica feminista del amor no era lo suficientemente compleja. En vez de cuestionar específicamente los supuestos patriarcales sobre el amor, presentaba al amor como el problema en sí (…) nadie habló del riesgo de que las mujeres enfriaran sus sentimientos hasta tal punto que acabaran cerrándose emocionalmente por completo”.

Encuentro en estas palabras, de una referente feminista como bell hooks, resumidos los argumentos principales por los cuales he criticado públicamente en diferentes foros la carga feroz que en España se hace contra el amor romántico. Esa crítica, en la que se dice que hacer creer a las chicas en la posibilidad de enamorarse, o de que a sus vidas llegue un príncipe azul, las condena a ser posibles víctimas de violencia de género. Discrepo con esta interpretación porque estas afirmaciones cargan contra la posibilidad de que a sus vidas llegue el amor.

Si reviso la historia del feminismo, no encuentro ningún momento en el que las mujeres hayamos decidido renunciar al amor, al amor de pareja, a la sororidad… más bien al contrario, en los últimos años reforzar esos aspectos está impulsando nuestras luchas. Buen ejemplo de ello es el movimiento #metoo o #yosítecreo. Para no saltarme episodios del feminismo, es cierto que, en los años 70 la influencia del posmodernismo dejó que el desencanto, el relativismo,… aterrizasen en un movimiento que nació y sigue funcionando con voluntad de transformación social, lejos de lo que el posmodernismo promulgaba. Creo que el momento actual del feminismo demuestra que ese capítulo está bastante superado.

Si realmente queremos contribuir a la superación de la violencia de género “traigamos al activismo feminista el espíritu del amor”, como ya apuntaba bell hooks en el año 2000. Hablemos en nuestros talleres, conversaciones entre amigas, clases con nuestro alumnado… sobre las características de las personas con las que quieren compartir sus vidas, ya sea de pareja, de amistad…. ¿Cómo es el trato que quieren recibir por parte de ellas? Porque el problema no es el amor, el problema es la violencia. La solución no es negarnos al amor en nuestras relaciones, sino que las personas violentas, que nos tratan mal, no tengan entrada.

Enfriar nuestros sentimientos hasta tal punto de que acabemos cerrándonos emocionalmente es muy peligroso. No defiendo con ello la necesidad u obligatoriedad de que todas las personas tengan relaciones afectivo-sexuales, todo lo contrario. Defiendo la libertad de tenerlas o no tenerlas, con una o con varias personas, esporádicas o duraderas… cada persona como las desee, con el único común denominador de la no violencia. Afirmo que es peligroso porque, en los diferentes espacios en los que he podido trabajar con adolescentes, este tipo de discursos les genera desilusión y confusión. En más de una ocasión me he encontrado a chicas que están iniciándose en sus primeras relaciones y comparten conmigo pensamientos similares a estos: “Eso del amor no existe. No es necesario que nos comamos tanto la cabeza si total… esto es una lotería. Mejor, Carpe Diem y rezar para que quien te toque te trate bien”.

¿En qué lugar dejan esos discursos la posibilidad de escoger en las relaciones, y la reflexión y el trabajo con ellos y ellas para que su elección se dirija hacia personas que las traten bien? Seamos conscientes de que si nuestra recomendación es “no enamorarse”, si no trabajamos explícitamente los modelos de atractivo… hay un sector que nos lleva bastante terreno ganado y está influyendo enormemente en sus primeras relaciones: los medios de comunicación. Tal y como ya he publicado en artículos anteriores en este Diario, desde determinados sectores se promocionan unos modelos, principalmente de masculinidad y de relaciones, donde la humillación, el desprecio y, en definitiva, el maltrato están presentes –véanse ejemplos de letras de canciones y series de televisión.

En última instancia, no se trata de un debate que vayamos a resolver un grupo reducido de personas. O, como mínimo, si queremos que realmente tenga impacto social y sirva para superar la violencia de género. Para poder conocer qué vinculan las personas en su imaginario social con ideas como amor romántico o príncipe azul, debemos preguntarles a ellos y a ellas. No reducirlo al “yo creo, tú crees”. Necesitamos evidencias científicas. En el año 2016, desde el centro de investigación CREA, pasamos un cuestionario a una muestra aleatoria de personas de entre 15 y 65 años. Sus resultados son inéditos, pero avanzamos dos de ellos, y nos comprometemos a difundirlos en este mismo medio una vez sean íntegramente publicados. El 90% de las personas participantes cree que las relaciones de amor romántico están unidas a la libertad; el 4%, cuando se hace referencia a un príncipe azul, lo imagina despreciando, insultando, pegando a la princesa…, es decir, infringiendo algún tipo de maltrato a la princesa (cabe destacar que un alto porcentaje de estas personas había recibido previamente algún curso de formación en el cual el mensaje central era “el amor romántico mata”). Teniendo en cuenta estos resultados, aquellas personas cuyo imaginario social vincula el amor romántico con la libertad, si desean una relación de amor romántico, ¿qué tipo de personas escogerán en sus relaciones? Es matemática pura, si realmente lo que desean es eso, escogerán relaciones donde prime la libertad.

No dejaré de subrayar que, si tergiversamos la definición original de amor romántico, el momento histórico en el que surge,… y afirmamos que una relación de amor romántico es la que establecen “Babi” y “Hache” en la película “Tres Metros sobre el Cielo”, por supuesto que socializarnos en el deseo hacia relaciones de amor romántico nos puede empujar a relaciones de violencia. Pero estas tergiversaciones, así como la lectura histórica del concepto, lo dejaremos para futuros artículos.

“Traer al activismo feminista el espíritu del amor” no sólo nos puede ayudar a orientar nuestras acciones de prevención de la violencia de género desde la primera infancia, sino también a hacer realidad la sororidad entre nosotras.

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