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Entre las personas que trabajamos intensamente por superar la violencia machista hay diferentes análisis y posturas. Cuando debatimos con argumentos y evidencias, sin ningún tipo de violencia, nos enriquecemos todas y, lo más importante, enriquecemos y hacemos más eficaz la lucha contra la violencia machista. Cuando en esos debates introducimos violencia en forma de insultos, descalificaciones personales… introducimos en nuestras propias relaciones lo que queremos evitar en el conjunto de la sociedad.

Algunas personas (no solo mujeres) piensan que el amor romántico mata y que provoca violencia machista. Primero porque dice a los hombres que la mujer que se ha unido a ellos es para toda la vida, no tiene derecho a separarse y tiene que aguantar la violencia física o verbal. Segundo, porque lleva a muchas chicas a buscar su media naranja para toda la vida cayendo en manos de esos hombres que luego las van a violentar. Estas son dos de las razones por las que, en su educación en temas de género, dan tanta importancia a advertir a las chicas (y también a los chicos) contra el discurso del amor romántico.

Otras personas afirmamos que la violencia machista la causan los hombres violentos en todo tipo de relaciones, estables o esporádicas. Los discursos que provocan violencia machista son los discursos coactivos, tanto sobre el amor como sobre los ligues de una noche, mientras que los discursos libres sobre el amor y sobre los ligues no sólo no causan violencia sino que la previenen. A diferencia de la otra postura, en nuestra educación en temas de género insistimos en prevenir también contra el discurso coercitivo de los ligues que lleva a muchas chicas a caer en manos de hombres que luego las van a violentar.

Entre las que defienden el primer punto de vista, hay personas muy dialogantes que aportan reflexiones, argumentos y experiencias que nos enriquecen a todas. Sin embargo, hay algunas que recurren al insulto, la descalificación personal e incluso el intento de prohibir que se exprese la segunda postura, especialmente cuando ésta se presenta avalada por evidencias científicas internacionales que demuestran que los programas basados en ellas son muy efectivos en la superación de la violencia machista.

Quizá la peor de esas violencias es cuando acusan, a quienes defendemos esta posición, de culpabilizar a las víctimas a las que el discurso del ligue las ha llevado a elegir o dejarse elegir por hombres violentos. Eso es como si nosotras dijéramos que las que sostienen la primera postura culpabilizan a las víctimas a las que el discurso del amor romántico ha llevado a elegir o dejarse elegir por hombres violentos. Entre las de la segunda postura, no conozco ninguna de ningún país que emplee esa violencia verbal, igual que la mayoría de las que sostienen en España la primera tampoco lo hacen, pero sí que hay algunas que lo hacen con una agresividad y un intento de destrucción de personas impropio de quienes dicen que quieren luchar contra la violencia. Para que siga triunfando el feminismo necesitamos muchos debates, pero libres de todo tipo de violencia

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