Después de poner todos los esfuerzos y conseguir premio extraordinario de licenciatura, el que se otorga al mejor expediente de la carrera; y siendo alumna brillante en boca del profesorado, llego al máster donde también logro acabar con premio extraordinario. Todo cambió cuando decidí denunciar por acoso sexual al profesor más reincidente de la facultad. Así, en unos meses pasé de ser la mejor estudiante a ser la peor, a tener las peores notas, a ya no saber hacer trabajos ni presentaciones orales, en boca del mismo profesorado.
Realicé la tesis doctoral sobre la realidad del acoso sexual en las universidades, y el proceso de llevar a cabo una denuncia, comparando la primera de la Universidad de Barcelona con la primera de la Universidad de California, Berkeley. Después de su depósito, la tesis fue aprobada por la Comisión de Doctorado de Sociología. Pasó después a la Comisión de Doctorado de la Facultad, formada por miembros de otras áreas de conocimiento, distintas a sociología. El único experto en sociología era el director de la Comisión de Doctorado de Sociología que estaba de acuerdo con la presentación de la tesis. Además, la tesis contaba con un artículo de primer cuartil de la más prestigiosa base de datos JCR, que es lo máximo a nivel científico y poco común para estudiantes de doctorado en sociología. Sin embargo, a instancia de la Decana del momento y la presidenta de la Comisión de Igualdad de aquel entonces, se rechazó la tesis. Redactaron 10 páginas, con 7 respectivos adjuntos en contra de la tesis y de lo que esta analizaba en relación al posicionamiento de ellas en el proceso de la primera denuncia de la Universidad de Barcelona de un famoso catedrático por acoso sexual.
Me encontraba de estancia en la Universidad de Stanford, cuando recibí la notificación. La imposición consistía en quitar todos los elementos de la tesis que pudieran indicar que la Decana o la Comisión de Igualdad no se habían posicionado a favor de las víctimas o hubieran tenido alguna complicidad activa o pasiva con el presunto acosador. Dado que uno de los cambios impuestos para ser aprobada incluía una entrevista personal tanto con la, en aquel momento Decana, y con la presidenta de la Comisión de Igualdad, interrumpí la estancia en Stanford para realizar todos los cambios que me imponían las dos doctoras en su carta conjunta. El profesorado de la Universidad de Stanford entendió rápidamente lo que estaba ocurriendo y se escandalizaron con un sistema que, en vez de proteger a las víctimas, las machacaban por hablar y romper el silencio.
Lo que parecía una forma de solucionar su incomodidad, no fue un camino de rosas, ya desde el momento en que a la entrevista con la presidenta de la Comisión de Igualdad se presentaron casi todas las personas que integraban la Comisión. Se dedicaron a criticar la tesis, incluso uno de sus integrantes sin ser doctor; y a criticarme a mí y al grupo de investigación que siempre me ha apoyado. Pero los motivos de ese trabajo investigador eran tan claros que ese rechazo y esos tratos eran fruto de la injusticia que motivaba seguir. Para este primer rechazo llegamos al supuesto acuerdo que la tesis no iba a incluir ninguna alusión al papel de la Decana ni de la Comisión de Igualdad en el trascurso de la denuncia, ni la falta de apoyo hacia las víctimas. Sin embargo, eso no resultó ser suficiente y el segundo rechazo vino cuando la Decana no se conformó con que la tesis no mencionara su complicidad sino que exigió que la tesis incluyera muchas partes redactadas por ella explicando que estuvo a favor de las víctimas y en contra del acosador.
Sin embargo, dado que mi compromiso con la comunidad científica internacional no me permite mentir, la solución parecía no existir. Finalmente, encontré una salida introduciendo sus muchas palabras en mi tesis pero entre comillas, dejando claro que eran citas textuales suyas, sin asumirlas como mías. Este acto junto a la realización de las primeras jornadas de Acoso Sexual de Segundo Orden celebradas en Barcelona, la sentencia judicial del profesor de la Universidad de Sevilla acusado también por acoso sexual, conjuntamente con otros artículos de la prensa más leída del país que explicaban la verdad de los hechos, hicieron que la tesis pudiera ser finalmente defendida.
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