Ha vuelto a ponerse de relieve el debate sobre la prostitución, a raíz de la propuesta del Partit Socialista de Catalunya de la ciudad de Barcelona sobre la ordenanza para la erradicación de la prostitución y la explotación sexual. Independientemente del partido que la haya planteado, sorprende ver cómo grupos políticos de base marxista e incluso anarquista han votado que no, consiguiendo así que no tire hacia delante dicha propuesta.
Para los y las anarquistas la prostitución siempre ha tenido que ver con la doble moral burguesa y la explotación sexual de la mujer, jamás con su liberación. El trabajo que colectivos libertarios como Mujeres Libres llevaron a cabo en el 1936 iba dirigido a capacitar laboralmente a las mujeres y que tuvieran oportunidad de encontrar trabajo. Este proyecto fue el que llamaron “liberatorios de prostitución”. Tenían claro que la prostitución no era el oficio más antiguo del mundo, como se nos quería hacer creer para beneficio de algunos hombres, sino la forma de esclavitud sexual más antigua de la humanidad. Suponía el máximo exponente de explotación en todos sus aspectos (laboral, social, económico y, por supuesto, sexual) hacia las mujeres, y especialmente hacia aquellas más vulnerables.
Autoras como Emma Goldman, aproximadamente en 1910, escribió un texto en el que también mostraba su postura clara sobre la prostitución, ironizando sobre que la gente se sorprenda de la fina línea (por no decir inexistente) entre trata y prostitución. La prostitución, en sus palabras solo sirve para engordar “el fatídico Moloch del capitalismo con una labor pagada a un misérrimo precio”. La autora también muestra cómo estudios sobre el tema en aquel momento (y lo mismo veríamos en estudios actuales) ofrecen datos sobre el tanto por ciento sumamente elevado de mujeres que desde una posición de vulnerabilidad (sea por su condición de inmigrante, por pobreza, enfermedad, etc.) son obligadas de una manera u otra a ejercer la prostitución para subsistir, siendo así carne de cañón para los proxenetas y para quienes desde una óptica neoliberal creen que todo se puede pagar con dinero.
Mientras se acusa a los movimientos por la abolición de la prostitución como moralistas o privadores de la voz de las prostitutas, quienes se erigen como su voz nunca se corresponden con las más vulnerables.
En ningún caso se estigmatiza ni moraliza sobre la libertad sexual de la mujer. La defensa de dicha libertad siempre ha sido la bandera de movimientos marxistas y anarquistas, una verdadera libertad alejada totalmente del feroz capitalismo que objetualiza sin piedad.
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