El pasado mes de marzo, ACNUR, la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados, publicaba el informe HER TURN [Ahora les toca a ellas], en el que se incide en que, aunque las niñas representan el 50% de la población refugiada en edad escolar, tienen la mitad de las posibilidades, en comparación con los niños, de poder ir a la escuela y formarse.
Entre otros datos, el informe recoge testimonios de varias niñas y mujeres que explican el impacto social y los beneficios que la educación les ha aportado, a ellas y a sus familias. Además, se proponen 7 maneras de poder apoyar a las niñas y mujeres para que se puedan formar en la escuela, entre las cuales podemos encontrar propuestas para acciones que garanticen trayectos seguros hasta la escuela – “las niñas refugiadas necesitan más protección contra el acoso, la agresión sexual y el secuestro en el camino a la escuela”-, adaptar las escuelas para las necesidades de las niñas – “ninguna mujer adolescente debería faltar a clase por falta de productos de higiene menstrual, acceso a agua limpia o aseos privados y seguros”-, formar el profesorado –“los maestros y las maestras precisan de constante capacitación para garantizar que promueven las mejores prácticas y vigilancia contra cualquier comportamiento que disuade a las niñas de acudir a las aulas”-, incentivar a las familias a enviar y mantener a sus hijas en las escuelas, o tener más docentes mujeres para que las niñas tengan modelos femeninos para verse reflejadas y motivadas.
Teniendo en cuenta el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, “toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria (…)”, el informe pretende que la comunidad internacional haga oficial la injusticia que sufren tanto las niñas como las mujeres refugiadas y trabaje para que ir a la escuela sea una realidad para todas ellas.
