C ha intentado ser el líder público de todos los “afectados” por las víctimas de la violencia machista que se han atrevido a denunciar. Su mayor triunfo fue cuando quienes manejaban los hilos decidieron utilizarle para ser el nombre público del linchamiento mediático de las víctimas. Ese ataque se produjo el lunes que iniciaba la semana en la que se iba a reintegrar a su puesto en la universidad el Catedrático que presuntamente había realizado más acosos sexuales a su alumnado. El objetivo era destruir de golpe la amplia y masiva campaña de firmas para que no se posibilitara que siguiera agrediendo. Ese día, C celebró su triunfo junto con las personas a las que pretendía impresionar, pero no sabía que quienes manejaban los hilos lo celebraron más al haber tirado la piedra y escondido la mano. Le habían incluso financiado y difundido un acto público organizado por él y centrado en atacar a las víctimas y a quienes las habían apoyado.
A diferencia del “informador” del que se habla en Omertá 8, C sí que había sido miembro del grupo de investigación hasta que éste decidió romper el silencio sobre la violencia machista en la universidad y, por tanto, apartar del grupo a C. Al haber sido miembro del grupo, sus mentiras sobre lo que había vivido en él podían tener más credibilidad de cara al público no informado. Los periodistas que difundieron sus ataques ya sabían, no sólo que esas “informaciones” eran mentiras, sino también el motivo por el cual las decían, pero no era la verdad lo que buscaban ni la defensa de las víctimas, sino una audiencia morbosa que les diera la proyección que no podían conseguir por su calidad profesional.
Con lo que no contaban era con el apoyo que la ruptura del silencio y el grupo que se había atrevido a iniciarla tenían internacionalmente, incluyendo personalidades de Harvard, Cambridge, European Women’s Lobby. Tampoco contaban con el apoyo que recibieron de organismos muy significativos como la Plataforma contra las violencias de género de Catalunya, que reunía más de cien entidades. Tampoco contaban con que la mayoría de periodistas iba a ejercer un papel de excelencia profesional que incluía la no colaboración con ningún acoso de primer ni de segundo orden. Los ataques que creían que iban a destruir para siempre al grupo de investigación hicieron un cruel daño a sus miembros y a sus familiares, pero no lograron su destrucción, al contrario, generaron un gran incremento del prestigio internacional que ya tenían.
C ha vuelto a aumentar una vez más su desprestigio y su frustración, aunque no para de dar vueltas a cómo seguir atacando. Dedica a este objetivo las energías que otras personas dedican a crear conocimientos científicos que sirvan para mejorar la sociedad. Sin embargo, quienes manejan los hilos, quienes lanzan la piedra y esconden la mano, siguen negando su colaboración en los ataques, pero las pruebas escritas y orales que estamos consultando en DF nos hacen pensar que poco a poco se va a ir sabiendo toda la verdad y ya nunca más van a poder seguir acosando.
* Este artículo forma parte de Omertá en la Universidad, una serie de publicaciones que abordan la férrea ley del silencio que se ha generado en algunas universidades entorno al acoso sexual.
Catedrática UB. Feminista desde antes de participar en las jornadas de 1976.
Directora del primer I+D sobre VG en las universidades españolas
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