La lectura del libro con este mismo título hace reflexionar no solo sobre la evolución de la humanidad en las últimas décadas, sino también sobre si cada una de nosotras estamos o no construyendo un mundo mejor desde las realidades en las que más podemos influir. Como feminista, una de mis principales reflexiones es si la igualdad de género y el movimiento social en contra del acoso sexual han mejorado o no.

Soy joven y, sin embargo, creo poder afirmar y argumentar que la mejora ha sido muy significativa en los últimos años e incluso en los últimos meses. El libro lo dice muy claro: Si en el atlas de la justicia social cabe vislumbrar un fragmento en el que se haya avanzado con respecto a la época de la Guerra Fría, este es sin duda el concerniente a los derechos de las mujeres.
Entre los muchos ejemplos concretos que me vienen, puesto que la presentación del libro (el martes 12 a las 19h) está organizada por y en la Asociación Catalana de Sociología (ACS), he escogido éste. Cuando me hice socia de la ACS hace cinco años, había propuestas de hacer un código ético que nunca fueron ni siquiera presentadas a debate y decisión por el presidente de entonces. En el trasfondo estaba el silencio que la ACS había mantenido ante el escándalo de un catedrático de sociología del que un informe de fiscalía decía que había presuntamente cometido delitos de acoso sexual a alumnado, pero que el informe de la UB al respecto había llegado cuando ya estaban prescritos. Quienes proponían hacer y aprobar un código ético eran las víctimas y quienes las habían apoyado.
También la ACS guardó silencio cuando al grupo de investigación que había investigado y roto el silencio sobre la violencia de género en nuestras universidades, su universidad le obligó a suprimir su código ético diciendo que los códigos éticos no son propios de entidades universitarias sino de sectas, la misma calumnia que se estaba lanzando entonces contra la feminista que había dirigido desde el gobierno la elaboración de la Ley de Igualdad del 2007. Como respondió en su día ese grupo de investigación, la misma universidad redactaría en pocos años un código ético porque era impresentable internacionalmente no hacerlo, y efectivamente esa previsión es ya una realidad.
La ACS cambió hace solo tres años cuando una candidatura se presentó con un programa enfocado a transformar la ACS para que asumiera los criterios democráticos de las asociaciones europea y mundial de sociología. Esa transformación ha incluido la elaboración y aprobación de un código ético que incluye un claro apoyo a las víctimas de acoso sexual y en contra de los acosadores. Este cambio a mejor no hubiera sido posible sin un clima más favorable que el anterior y con una dimensión muy internacional.
El libro aporta reflexiones y deja abiertas muy diferentes respuestas a la pregunta de su título. La mía es afirmativa.
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