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Sin pretensiones de recontar la historia reciente de Nicaragua, muchos y muchas se han dedicado a ello, ni tampoco de hacer un análisis experto de la situación socioeconómica latinoamericana, sí que he considerado relevante compartir un análisis profundo respecto a una de las razones del porqué no ha habido más avance en algunos países, específicamente Nicaragua, dada que es la realidad con la que he crecido desde la niñez.

Sin menoscabar la importancia de proyectos de cooperación internacional que realmente trabajan por lograr mejores sociales, y lo hacen, sí que es necesario a su vez identificar como una barrera al avance social la actitud de algunas personas cooperantes en cuanto a la expectativa de sus viajes, nada que ver con la mejora de las condiciones de vida de las personas. Así como recientemente salió la luz lo que algunos dirigentes de Oxfam habían hecho en Haití, y ello ha llevado a una  reflexión más contundente de las ONG en la prevención del acoso en los lugares donde actúan, también es hora de revisar qué se ha hecho o no en esta materia en otros países, justamente para superar aquellas actitudes que, en lugar de contribuir a la mejora social,  dañan y contribuyen a la pérdida de sentido. 

Nicaragua, como es sabido, entre julio de 1979 y febrero de 1990 vivió la Revolución Popular Sandinista o Revolución Sandinista, siguiendo los pasos de Augusto César Sandino y con la mirada puesta en las revoluciones de otros países latinoamericanos. En el caso de Nicaragua, la revolución nacía para poner fin a la dictadura de la familia Somoza. Uno de los objetivos principales durante el proceso revolucionario era conseguir la alfabetización para todas y todos. Así fue como se impulsó a partir de los años ochenta la Cruzada Nacional de Alfabetización, llamada también Héroes y Mártires por la Liberación de Nicaragua, por parte del Frente Sandinista de Liberación Popular (FSLN).

Esta propuesta, que contaba con apoyos internacionales, permitió reducir el analfabetismo superior al 50 %, uno de los mayores del Continente Americano, hasta un escaso 13%, con lo cual obtuvieron el reconocimiento de la UNESCO en 1981. Sin embargo, las cifras actuales superan el 17%, más que Costa Rica, Venezuela, Paraguay y otros más de cien países.

Hay muchas historias silenciadas de la cooperación internacional. Solo hay aquí espacio para una de ellas. Nicaragua reclamó un experto para orientar su alfabetización. A uno “muy de izquierdas” le hacía mucha ilusión y tenía influencias para ser elegido. Era un profesor de educación de personas adultas que siempre había rechazado hacer clases de alfabetización, pidió el material para estudiarlo en el viaje y volvió presumiendo de haberse relacionado con los comandantes, incluyendo Ortega, lo cual le dio un gran éxito en ciertos ambientes.

El proceso revolucionario llamaba la atención no solo de las gentes de Nicaragua, sino de muchas partes del mundo. Así fue cómo, a partir de los inicios de los ochenta, mucha gente empezó a viajar al país centroamericano para vivir de primera mano lo que estaba sucediendo. Había quienes lo hacían con el afán de colaborar con un cambio social, pero también paternalistas que pretendían enseñar a “pobres nicaragüenses” cómo se tenía que hacer una revolución. No viajaban para trabajar ni transformar, sino para codearse con los más grandes líderes de aquel proceso para poderlo contar después, en sus casas, con sus amigos o con sus parejas o ligues. Es bien que cualquiera que se haya codeado con cualquier líder de un intento de transformación – o sin ella – pasa a ser una persona muy cotizada en lo que llamaríamos el “mercado sexo afectivo”.

El auge de las Brigadas a Nicaragua no paró de incrementar, al ritmo que incrementaban las parejas “cata-nicas”, por ejemplo, en el caso de Cataluña, como se llaman popularmente las parejas surgidas de estos viajes entre catalanas y nicaragüenses – o al revés -. La normalización de estas relaciones en los viajes de “cooperación”, se institucionalizó casi hasta el punto que quedaba muy raro, por ambas partes, viajar a Nicaragua y no mantener relaciones más bien sexuales que afectivas con algún autóctono. Unas relaciones puramente instrumentales, sin conocer la mayoría de las veces la situación familiar de aquella persona, que en la mayoría de casos se trataba de hombres, casados o con pareja, y con un número considerable de hijos e hijas. Eso no importaba, él estaba disponible y daba por hecho, fruto de tantos años de “brigadas cooperativas”, que las cooperantes iban allí para eso. Que a los caribeños les va la marcha y con el calorcito del país, ¡poco se puede trabajar!

La normalización de este turismo sexual mal llamado “de cooperación” conllevó que se perdiera totalmente el sentido del proceso revolucionario que se soñaba en un principio (dudo que fuera soñado también por los líderes que lo han desarrollado o más bien destrozado a lo largo del tiempo). Los viajes ya no eran con el fin de alfabetizar sino de tener una “experiencia revolucionaria” en un contexto en el que entre el mundo “progre” queda muy guai, poderlo contar después, sin importar el sentido del proyecto, ni las consecuencias que tiene para el país todo el daño social que estos “viajes” han provocado, a partir del engaño entre parejas, de la nula solidaridad por parte de muchas mujeres cooperantes con las de allí, de la superioridad persistente entre las y los cooperantes y las y los nicas, etc. Y son también muchas las cooperantes que fueron con intención solidaria y se vieron allí arrastradas y acosadas a mantener unas relaciones que no deseaban.

Muchos han sido los errores que ha promovido y experimentado Nicaragua durante todos estos años, pero es obvio que si centramos únicamente el análisis en lo malo que son los Estados Unidos, la prensa y el capitalismo mundial, sin pararnos a pensar qué hemos hecho cada una de las personas que hemos viajado allí para mejorar la sociedad y la economía del país, para promover unas relaciones más igualitarias, para exigir unas formas de gobierno más democráticas, para promover la escolarización, para reducir las violaciones y el acoso a menores, para reducir la violencia de género, los embarazos no deseados de las chicas, los engaños en las parejas, la precariedad económica, y podría continuar con mucho más, probablemente no es que no hayamos mejorado, sino que ni se nos ha ocurrido que lo podríamos haber hecho.

Incontables todas las personas que desde los años ochenta han viajado a Nicaragua con el fin de vivir en una “revolución” y, en cambio, si miramos cómo está el contexto actual nos podemos dar cuenta de que no solo no lo hemos mejorado, sino que parece que retroceda. Las críticas al gran capital no están mal, pero les falta fondo y sinceridad. Ahora, casi cuarenta años más tarde, dado el contexto actual, es el momento de que cada una y cada uno piense cuál ha sido su contribución real al país, y si resulta que la conclusión es el “turismo sexual” ya sea entre cooperantes o entre cooperantes y nicas, no es que no hayamos aportado nada al país, sino que nos hemos aprovechado de su desigualdad para vivir y gozar nuestras “experiencias” aparentemente “sin consecuencias”.

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