Cuando se acerca la época de frío, mucha gente siente empatía por los pájaros. Algunas personas ponen dispositivos llenos de alimentos o preparan espacios para acomodarlos durante el invierno, provocando, involuntariamente, cambios en el hábito de migración de las aves.
Intervenir en los procesos migratorios de diferentes especies no es lo más adecuado, si tenemos en cuenta el estudio más reciente de Leone Brown, investigadora posdoctoral de la Odum School of Ecology, y Richard Hall, profesor en la misma escuela e investigador del Departamento de Enfermedades Contagiosas del Colegio de Medicina Veterinaria de la Universidad de Georgia (EE. UU.). El equipo ha utilizado modelos matemáticos para medir el impacto que alimentar aves tiene tanto en la migración como en las diferentes enfermedades detectadas en algunos ejemplares, tal y como publica The Royal Society en el artículo Consequences of resource supplementation for disease risk in a partially migratory population [Consecuencias de la suplementación de recursos para el riesgo de enfermedad en una población parcialmente migratoria].
Pero, ¿qué daño se puede ocasionar con las pipas y la casita que se podría poner? Las aves migran por varias razones. El primero, por el cambio de tiempo. La llegada del frío condiciona, en general, que los animales vayan en busca de zonas más calientes. Directamente relacionado con este factor está también la falta de comida, por lo que las aves buscan áreas con abundante vegetación. Si la gente proporciona comida y zonas protegidas, las aves no tienen motivos para ir en busca de alimentos y mejor tiempo.
Hasta ahora, el impacto negativo no se puede determinar con facilidad, pero según lo publicado por UGA Today, el periódico de la Universidad de Georgia, la migración de las aves es muy importante para la continuación de una especie. Normalmente, los parásitos que podrían infectar un pájaro se hallan, sea en el nido –por lo que abandonarlo salvaría al animal y también prevendría de infecciones a múltiples aves- sea en el plumaje y el organismo, por lo que los ejemplares más débiles no sobrevivirían a la migración, reduciendo así su posible contacto con el resto de la población de aves.
Richard Hall explica para UGA Today que algunos pájaros encuentran alimentación en la flora de los parques. El petirrojo americano se alimenta durante el invierno de los arbustos con bayas, que normalmente se plantan en los parques y los patios de la ciudad, lo que modifica su ruta de migración. Según el Dr. Hall, este pájaro es portador del virus del Nilo Occidental que, según la Organización Mundial de la Salud, puede dañar el sistema nervioso de las personas y para el cual no hay vacuna.
Resulta difícil restringir la alimentación a las aves en la ciudad y tampoco se trata de no alimentarlos, mientras se haga siguiendo varias recomendaciones que la Dra. Brown y el Dr. Hall facilitan: barrer frecuentemente las cáscaras de semillas de la zona en la que se alimenta a los pájaros, mantener los comederos y bebederos limpios y, en la medida de lo posible, situar los comederos a suficiente distancia para prevenir el contacto con algún ejemplar infectado.
Siempre que se interviene en procesos naturales hay que estar alerta a qué cambios se podrían provocar, y hacerlo siguiendo recomendaciones basadas en evidencias científicas.
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