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En la actualidad, cada vez comprobamos en mayor diversidad de ámbitos que para acabar con el acoso sexual es necesario que las víctimas cuenten con apoyo social, y cuanto antes mejor. En cambio, este apoyo no siempre se da, tampoco en los centros educativos. En muchas ocasiones, quien se atreve a apoyar y defender a las víctimas de acoso sexual sufre ataques físicos y/o psicológicos, rumorología infundada, humillación, aislamiento, persecución de su vida íntima… Esto es lo que se conoce a nivel internacional como acoso sexual de segundo orden o SOSH (Second Order Sexual Harassment).

Los centros educativos que quieran acabar con la violencia deberán también incluir en sus programas de convivencia, la protección a quienes apoyan a las víctimas ya que es muy importante para asegurar la protección a las mismas víctimas. Si no tenemos esto en cuenta, no lograremos acabar con el acoso de primer orden ya que no habrá chicos y chicas que sientan la seguridad de que el hecho de defender no les va a traer problemas.

Incluir, entre las medidas efectivas para la convivencia, la defensa tanto de las víctimas como de aquellas personas que las defiendan es una prioridad que el profesorado estamos asumiendo a través de incorporar la educación en la prevención del acoso sexual de segundo orden.

Pasar por alto medidas como esta aboca en numerosas ocasiones a que las personas testigo se planteen no intervenir en favor de las víctimas por el miedo a ser victimizados, es decir, miedo a ser futuro objetivo de ser acosado también, como se explica en el artículo Bystander Motivation in Bullying Incidents.

Defender y reconocer a quien defiende, protege y asegura que las chicas y los chicos lo hagan una y otra vez, hasta convertirse en la respuesta “más instantánea”. No hacerlo provoca resignación y agotamiento, que cada vez más personas puedan decidir “mirar hacia otro lado”, que se vivan los posicionamientos claros ante la violencia y el acoso sexual con inseguridad e incluso como “pesados” o “costosos”, y que se escondan pensando “mejor no meterse en líos”. Esto, paso a paso, rompe los ideales, con los que la mayoría de las chicas y chicos llegan a la escuela, de defender, proteger y querer a las amigas y amigos, a los compañeros y compañeras, ¡su gran equipo! Por eso, cuando les hablamos a las niñas y a los niños de estas cosas, mejor aún desde las primeras edades, no solo contribuimos a escuelas más seguras y alegres, sino que estamos transformando el futuro.

Una de las medidas más efectivas para abordar esta problemática, y que hemos explicado en otros artículos, es crear contextos bystander intervention, es decir, promover redes de solidaridad y apoyo a las víctimas. En esta ocasión hacemos hincapié en que también, a las víctimas de segundo orden. Si, cuando sucede una agresión, sólo una persona se solidariza y defiende a la víctima, la vulnerabilidad aumenta, pero si, por el contrario, toda una clase se pone del lado de la víctima y de quien la ha defendido en un primer momento, el agresor no puede atacar tan fácilmente. Algunas actuaciones que ponemos en marcha en las escuelas y nos ayudan también a prevenir el Acoso Sexual de Segundo Orden son el club de valientes, o cuando los estudiantes se hacen escudo, es decir, se unen para protegerse, o se impulsan los círculos de hadas que aseguran y promueven redes de solidaridad femenina. Son actuaciones que ponen en valor a las personas valientes que rechazan cualquier comportamiento que incluya violencia, y que impulsan en las aulas estrategias para apoyar y defender siempre a las víctimas y estar atentos a proteger y sumarse a aquellos que se posicionan primero con ellas.

Otra orientación internacional para prevenirlo incide en que es necesario crear espacios de diálogo con los chicos y las chicas para que pongan nombre a aquello que ya les está pasando, es decir, darles a conocer lo que es el acoso sexual de segundo orden y dialogar sobre cómo poder detectarlo, reconocerlo y qué hacer cuando sepan que está ocurriendo. La guía para entender a tu hijo del Centro de Yale de Estudios Infantiles, en su capítulo 23, nos recuerda que un programa eficaz antiviolencia incluye el mensaje de la importancia de buscar apoyo social y aceptar ayuda. Por tanto, es importante que sepan que informar de lo que ocurre ni es una respuesta de debilidad ni de «chivato» o «acusica», sino de valientes por proteger la seguridad y el honor de alguien.

Estas medidas son efectivas para detectar y reducir a la mínima expresión los acosos de primer y segundo orden, de forma que las agresiones se corten lo antes posible, reduciendo sus consecuencias al máximo y siendo mucho más alcanzable una superación temprana.

Si conseguimos dar herramientas a las chicas y a los chicos para que no permitan ningún tipo de violencia y se organicen para aliarse y protegerse ante cualquier agresión, podremos imaginar un futuro en el que superemos el acoso sexual. El primer paso era visibilizarlo y lo estamos consiguiendo, el segundo… ¡está en nuestras manos!

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