Malala Yousafzai, la premio Nobel de la Paz, regresó ayer por primera vez a su tierra natal después del atentado talibán que sufrió en 2012 por defender el derecho a la educación de las niñas.
La joven de 20 años ha sido recibida con honores por las instituciones del país, aunque otras personas del territorio la acusan de ser una espía, de traición o de simular el ataque que casi la mata. Unos acusaciones que actúan como nuevos ataques y que intentan desprestigiarla. Este tipo de acusaciones/ataques, desgraciadamente, muchas víctimas las sufren después de denunciar alguna injusticia.
Shahid Khaqan Abbasi, el primer ministro de Pakistán, se reunió con ella y la recibió en el parlamento, en un acto al que acudieron diferentes personalidades políticas, diplomáticas y parlamentarias y en el que se homenajeo a la premio Nobel.
En este momento las redes sociales se llenaban de mensajes de admiración de muchos lugares del mundo, mientras que que la federación de colegios privados de Pakistán, dirigida por Mirza Kashif Ali y conformada por 200.000 escuelas, realizó una protesta con el lema “Yo no soy Malala”, en la que la acusó de “terrorismo ideológico”. Acusaciones que caen en saco roto, ya que todo el mundo sabe lo que padeció y padece aún la jóven.
Malala es una de las heroínas que sobrevivió a un atentado terrorista por defender la educación de las chicas, una postura que no gusta a algunas personas, pero que otras admiran y ven en ella una esperanza para otras niñas.
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