En una de las consideradas potencias emergentes, India, hay 100 hombres por cada 90 mujeres. Tienen, pues, un problema. Tanto la sociedad como los gobernantes lo han cultivado, de manera que no puede sorprender a nadie. Son un hecho los abortos selectivos, pese a que detectar el sexo durante el embarazo está prohibido y penado. Se trata de una ley del año 1994 la cual, según se percibe, no se cumple. Y la pregunta a hacerse es, ¿por qué madres y padres desechan tener hijas?.
Existe otra ley que no se observa, todavía más antigua puesto que data de 1961, que proscribe que la familia deba dar una dote a la novia. Los parientes del novio continúan recibiendo bienes o dinero para acoger a la mujer, la cual, para más inri, no heredará de sus padres sino que la herencia irá a parar al marido. Todo un panorama que explica prístinamente el desequilibrio demográfico entre hombres y mujeres. Y más aún, que pone en cuestión a unos gobernantes que a lo largo de décadas no han sido capaces de preservar los dictados que pretenden convertir a India en un país avanzado.
¡Cuánta injusticia hacia las mujeres y cuánto peligro para ellas!… Tenemos noticias de violaciones en plena calle, en autobuses, aunque solo de cuando en cuando dado que otras muchas veces quedan en silencio. La ecuación deviene fácil, a menos mujeres disponibles mayor desenfreno sexual masculino. No parece necesario realizar estudios al respecto.
De seguro que no era este el país que Mahatma Gandhi imaginaba. Ni en cuanto al tema antedicho ni en cuanto a la persistencia de las castas pese a estar teóricamente abolidas nada menos que desde 1950. Ni tampoco en cuanto a la posesión de la bomba atómica. Millones de rupias invertidas en armamento mientras India se halla al frente de los países con mayor número de pobres, un 30% en miseria extrema.
Es posible que una revolución de las mujeres en contra de su discriminación abriera asimismo la espita para acabar con la intolerable pobreza en un país que alardea sin ambages de democracia y de un enorme crecimiento económico. Quizás sean ellas las que, a fin de cuentas, tomen las riendas para hacer que la democracia de India no sea papel mojado.
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