A dos días de las elecciones generales de Italia, los asuntos sobre inmigración y xenofobia resultan ser alarmantes.
Después del tiroteo a seis inmigrantes en manos de un excandidato de la Liga Norte el día 3 de febrero, un gran número de políticos italianos se han posicionado en contra de los y las inmigrantes. Los representantes de partidos como la Liga Norte (LN), Forza Italia (FI) o el partido de extrema derecha Fratelli d’Italia (FdI) lo argumentan culpando a los inmigrantes de ilegales y de terrorismo.
No obstante, lo más preocupante es la intolerancia y el desagrado que ha empezado a arraigar en la sociedad italiana, lo cual representa una seria amenaza a largo plazo. Se ha calculado que más de 600.000 inmigrantes y solicitantes de asilo han desembarcado en Italia desde 2014, de los cuales un gran número marchó a otras zonas de la Unión Europea, pero los controles fronterizos de Italia y las medidas de identificación han conllevado la permanencia en el país de muchas de estas personas. Por ello, resulta preocupante la mala gestión, la corrupción y las medidas de integración inadecuadas que no ayudan a los y las recién llegadas a contribuir al bien de la sociedad.
Así mismo, la UE ha contribuido a crear una política antinmigrante al apoyar a Italia en el intento de detener los barcos y al no compartir la responsabilidad por las personas que llegan. Los gobiernos europeos insisten en que Italia retire a las personas que viajaron por su cuenta, manteniendo al país bajo el Reglamento de Dublín, según el cual el primer país de llegada debe asumir la responsabilidad de las solicitudes de asilo. La necesidad de reformar este reglamento es, probablemente, lo único en que todos los partidos estén de acuerdo.
Pero… ¿dónde queda la humanidad cuando más urge? El miedo y la violencia racista no deberían ser parte de la solución. El liderazgo político de Italia, así como los gobiernos de la UE, deben comprometerse a enfrentar al creciente racismo y ofrecer una agenda y un gestión positivas y humanas sobre la migración.
La violencia solo genera más violencia y resulta que, vengamos de donde vengamos, todos y todas somos personas.
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