El conflicto en la República Centroafricana, que se inició en 2013, está situando al país entre los más pobres del mundo, sin garantía de los servicios mínimos bàsicos. Hasta la fecha, según datos del Council on Foreign Relations, unas 6.000 personas han sido asesinadas en ejecuciones y mutilaciones, y hay un solo médico para una población de unas 116,000 personas.
Hay alrededor de 690,000 personas desplazadas internamente. Otro medio millón ha huido a los países vecinos. Aproximadamente la mitad de la población, unos dos millones y medio de personas, necesita asistencia humanitaria, según las Naciones Unidas. A medida que continúa el conflicto en la República Centroafricana, los trabajadores humanitarios luchan por brindar atención médica a las madres y los bebés recién nacidos, aunque es el país más peligroso del mundo para los trabajadores humanitarios después de Siria.
Los grupos armados controlan casi todas las provincias centrales y meridionales. La inestabilidad política y las tensiones religiosas e interétnicas han aumentado en el último año. La ONG Alima, financiada con fondos comunitarios, administra el hospital de maternidad de Boda y una red de centros de salud remotos, a toda hora. En las primeras semanas de 2018, el hospital de maternidad de Boda asistió en el nacimiento de más de 100 bebés. Los nacimientos seguros no se pueden dar por sentados en un país donde casi la mitad de todas las estructuras de salud han sido dañadas o destruidas por el conflicto en curso.
La República Centroafricana ocupa el segundo lugar en el mundo en mortalidad materna e infantil. Una mujer de cada 25 muere por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto. El año pasado, mil bebés nacieron con la ayuda de la ONG. El personal de Alima también llevó a cabo más de cien cesáreas. Los partos complejos en áreas donde las madres no tienen acceso a asistencia médica a menudo son sinónimos de muerte.
Los retos de las madres en el parto han generado lazos de solidaridad y vínculos entre cristianas y musulmanas en los hospitales, ya que se convierten en uno de los pocos espacios donde hay convivencia entre los dos grupos.
Coordinadora del Metoo University
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