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La violación a un niño de 9 años en un colegio de la Sierra de Cazorla en Jaén a manos de cuatro menores de 12 a 13 años salió a la luz pública el pasado 7 de febrero. La investigación del caso plantea que seguramente dicha violación habría sucedido en el recreo. Además no sería la primera vez sino que anteriormente ya habría ocurrido en tres o cuatro ocasiones. Sin embargo, representantes del colegio manifestaron que desconocían dichas agresiones anteriores (Cadena Ser). Debido a las amenazas continuas que recibía el niño, éste  permanecía en silencio.  

A pesar de que el caso se ha archivado porque no se puede juzgar a los ofensores por ser menores de 14 años, éstos han sido expulsados y se ha abierto un protocolo para atender a la víctima. Además, diferentes organismos públicos, representantes políticos y entidades sociales han manifestado su rechazo ante estos hechos y reclaman la necesidad de medidas efectivas contra el acoso escolar.

Dicho caso y otros que se han publicado a la prensa recientemente son la punta del iceberg de lo que está pasando en los colegios e institutos en la actualidad: la perpetuación del acoso escolar y de la violencia de género. La investigación internacional lo señala desde hace décadas. Además, los informes de UNICEF World Report on Violence Against Children, del año 2006, y Hidden in Plain Sight: A statistical analysis of violence against children, del año 2014, ya apuntan que hoy en día los centros escolares no son espacios seguros para las y los menores.

La comunidad educativa debe ser consciente de estos datos y de las conclusiones que la investigación apunta. Mirar hacia otro lado, pensar que en el centro donde uno o una está implicado no existen casos de este u otro calibre o afirmar que son cosas de niños y niñas que siempre han sucedido, son muy malas prácticas para conseguir unas escuelas e institutos libres de violencia. Las recomendaciones internacionales señalan sobre todo la necesidad de intervenir eficazmente de forma temprana, desde los 0 años, y también apuntan la importancia de no trivializar ninguna agresión. Si formamos a los y las menores para convertirse en sus propios protectores, es decir en active bystanders que defiendan siempre a las víctimas se dan pasos de gigante para consolidar un clima de violencia 0. Hay centros escolares en España y en el mundo que ya están interviniendo de esta forma con mucho éxito. Ellos sí parten de las evidencias científicas y también son conscientes de la realidad, por eso no se adaptan a ella, sino que la transforman.

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