
Desde 1997, cuando la primera comunidad de mujeres en Senegal declaró el abandono de la MGF, más de 5.500 aldeas en el país siguieron su ejemplo. Las mujeres del África Occidental lideraron el cambio en el resto del continente y en todo el mundo.
Tanto la ONU como cada vez más entidades que trabajan en distintos territorios para la erradicación de esta práctica, creen que dentro de la próxima generación es posible terminar con la MGF porque, más que nunca, se le otorga atención desde los diversos agentes y niveles, en lo local, regional, nacional e internacional. El movimiento para terminar con la MGF dentro de una generación se inspira de algún modo en el final exitoso de la práctica del vendado de pies en China, al transformar su valoración social y considerala una práctica arcaica.
La MGF es una práctica que no está asociada con Europa y en concreto con España. Sin embargo, la inmigración provocó cambios en las sociedades europeas haciendo presente este problema de forma muy relevante también, en los centros de atención primaria en nuestro país. A pesar de que el desarrollo de las políticas, como la que se promulgó en España en 2003, es muy importante para erradicar esta práctica, se contrastó que no era suficiente para el cambio social en las diversas realidades cotidianas.
El programa conjunto UNFPA-UNICEF aceleró entre 2008 y 2012 el abandono de la MGF en 15 países. Pero, igualmente, en la resolución aprobada por las Naciones Unidas en la Asamblea General del 18 de diciembre de 2014 se instaba a una mayor intensificación de los esfuerzos mundiales para la eliminación de esta práctica. Se solicitaba el empoderamiento y liderazgo de las mujeres y niñas a través de la educación, la lucha conjunta de todos y todas, conectando las evidencias científico-sanitarias y la identidad cultural, desde un enfoque de derechos humanos.
En consonancia con los programas socioeducativos de impacto internacional en temas de prevención y erradicación de la violencia, una de las claves más importantes para avanzar en comunidades seguras, libres de mutilación genital, se da cuando los programas abren un diálogo argumentado sobre los problemas de salud y humanitarios que suponen para la mujer, involucrando a toda la comunidad, incluidas mujeres y hombres, niñas y niños, líderes religiosos y comunitarios.
Asociaciones comunitarias de mujeres africanas como Tasaru Ntomonok, en Kenia, ponen fin a la MGF desde la voz, liderazgo y solidaridad de las mujeres, incorporando también la voz de las propias víctimas.
Cuando una comunidad denuncia públicamente la práctica, no solo se declara ante sí misma que abandona la MGF, sino que ayuda a otras comunidades a allanar el camino para que hagan lo mismo: alcanzar el derecho de las niñas y jóvenes a ser libres de toda forma de violencia.
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Vicedecana de Igualdad, Diversidad e impacto Social (Universitat de València). Investigadora Principal del grupo de investigación White Rose Research Center. Ha publicado su investigación sobre el club de valientes violencia cero con un gran impacto científico y social.
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