Cartagena de Indias, ubicada en el Caribe colombiano, es una ciudad que en la época de la Colonia fue puerto negrero. Hoy en día es reconocida como uno de los destinos turísticos más importantes de América Latina por su arquitectura colonial-republicana, sus murallas y su atractivo histórico-cultural. Ahora bien, Cartagena, de Indias tiene muy poco, y con esto me refiero a que, así como se equivocó Colón en su “descubrimiento”, el apellido de Indias para Cartagena hoy en día es solo un adorno colonial porque si le vamos a poner apellido a la ciudad, debería ser “de Negras”. Me atrevo a decir esto, más allá de las estadísticas que dicen que aproximadamente el 35% de su población se considera afro, porque el mismo hecho de haber sido el puerto negrero más importante de América Latina influyó en nuestra cultura y porque lo que se vende de esta ciudad está cimentado en las raíces africanas. Pero han existido procesos que claramente, como afirman muchos académicos, han querido blanquear la historia, lo cual ha hecho complejo que lo afro se reivindique verdaderamente.
Solo basta con bajarse del avión, el barco o incluso llegar por carretera y darse cuenta de que esta ciudad es negra. La mayoría de los cartageneros o cartageneras tenemos el negro por algún lado, y ese es un dicho popular que se escucha muy a menudo en varias conversaciones. Yo pensaba que lo tenía claro, pero no fue hasta hace poco que entendí que eso afro estaba atravesado en mí, y fue mi pelo el que me hizo dar cuenta.
Entonces, ¿pero qué tiene que ver el pelo con algo tan serio como lo es la identidad? Para nosotras las mujeres, el pelo tiene un enorme significado: desde lo mas banal hasta la herencia que muchas de las culturas ancestrales han tejido alrededor de este “accesorio” del cuerpo, y es así como el pelo para los afrodescendientes tiene su historia y su connotación reivindicatoria. De hecho, la tradición oral cuenta que a través del trenzado que se hacían los negros esclavos se tejían las rutas para el escape hacia los palenques; y que el pelo afro es sinónimo de mujeres que han hechos grandes aportes a la humanidad. Esto hoy se está fortaleciendo a través de mujeres que han emprendido diversas iniciativas ciudadanas que tienen como objetivo empoderarlas por medio de su identidad afro. Sin embargo, ha sido un largo camino.
Durante mi época del colegio, el cual era solo era de niñas, nunca quise mi pelo porque era rizado y abundante y eso requería un tiempo para peinarlo. Mi madre jamás me dejó echarme un gota de químico para alisármelo y creo que solo una vez dejó hacerme el cepillado en la peluquería. En Cartagena, más de una vez, en bachillerato, con mis amigas hablábamos sobre la necesidad de alisarnos el pelo y de eliminar los rizos y así más de una lo hizo, se comenzaron a echar alicer, el chocolis, entre otros productos. Esto debido a que en Cartagena tener el pelo rizado, cucú o apretado era sinónimo de pelo malo; sin embargo, conté con la suerte de que mi mamá ya había pasado por esto y sabía que no había nada bueno en alisarse el pelo, porque este químico te lo mataba, hacía que se te cayera en grandes cantidades e incluso resecaba tu cuero cabelludo. Entonces mi mamá jamás dejó que me alisara el pelo, y hoy se lo agradezco.
Acá al cabello rizado o afro, le dicen pelo rucho, y esta mala connotación caló tan fuerte en la ciudad que solo los palenqueros,* los artistas y la gente que tenía un rollo alternativo se atrevía a llevar su pelo así. Y es que a las mujeres de esta ciudad les afectaba y, bueno, a algunas aún les afecta, tener el pelo rucho o muy rizado, porque acá el ideal es tener el pelo liso, eso es lo elegante, lo formal y lo que se impuso. De hecho eran muy pocas las peluquerías que trabajaban estos tipos de pelo, siempre te querían meter por los ojos el famoso alicer para que tu cabello se viera “liso, bonito”, “para relajarte la onda”; Así decían muchos de los peluqueros que te ofrecían estos productos, para que les fuera más fácil cepillarte el pelo con secador, pero que al final te vendían un químico que tiene sus efectos secundarios.
La obsesión de las mujeres por tener un pelo bonito es mediada también por todos los estereotipos que nos venden los medios de comunicación, y así también se afecta lo que es y no válido en la apariencia física de una mujer. En el contexto laboral, más de una vez hablé con mis amigas que me decían que estaban cansadas de usar la plancha o el secador todos los días para mantener el alicer, y poder ir “bien presentada al trabajo”. Lo mismo ocurría si tenían que ir una a entrevista de trabajo que les exigía que debían ir “bien peinadas” lo cual equivalía a eliminar los rizos o tu afro. Y es que no es fácil defender algo cuando tú no estás empoderada y desconoces que es válido ser diferente, porque años después cuando yo creía que tenía claro todo, en Bogotá, la capital, donde me fui a estudiar y donde comencé a descubrir mi identidad, una jefe me dijo que debía recogerme el pelo porque mis rizos distraían; en ese momento entendí que no todo lo tenía claro, porque no supe cómo argumentarle el hecho de poder dejarme mis rizos al aire.
Pero todo es un proceso y tiempo después, cuando cursaba mi Master en Barcelona, aún más lejos de mi ciudad natal, entendí la importancia de reconocernos como mujeres con nuestras diferencias, cuando leí el capítulo “Why black feminist thought?” de Patricia Hill Collins en Intellectual activism, me enseñó la importancia de reivindicar la historia y el presente de las mujeres afroamericanas, a partir de sus propios discursos, a través de sus propias voces para salirse de los estereotipos que les han planteado a través de los años. Fue este texto el que me llevó a referenciar a ciertas mujeres como Nina Simone que alzó la voz para apoyar los movimientos sociales liderados por Martin Luther King y Malcolm X, a Kathleen Neal Cleaver y a Angela Davis, miembros vitales y activistas por los derechos civiles, miembros del movimiento Panteras Negras (Black Panther Party). Entonces fue en este momento que caí en la cuenta de que todas tenían en algo en común, estas mujeres llevaban con orgullo su pelo afro.
Por tal motivo hay que ofrecer esta alternativa, porque es necesario que se hable de feminismo negro, pero desde las mismas voces que han estado silenciadas por mucho tiempo. En Cartagena afortunadamente esto está ocurriendo, porque luego de quince años de no vivir aquí me encuentro con que ahora hay muchas más mujeres con afro, con trenzas, con sus rizos y la mayoría de ellas son mujeres negras y mestizas que han aceptado y reivindicado su pelo afro. Lo anterior, se reafirma con mujeres que están gestando iniciativas, como Pelo Bueno, liderada por Cirley Tatis, quien busca inspirar a niñas y mujeres con cabello afro o rizado para que lleven con orgullo su pelo. Esta iniciativa, que lleva más de un año en Cartagena y que ha utilizado diferentes redes sociales, como Facebook, Youtube e Instagram, ha sido exitosa porque no solo se ha quedado en el activismo por la web, sino que también se ha llevado a la vida offline a través de conversatorios y talleres que tienen como objetivo enviar un mensaje de amor propio y resaltar la estética negra, la cual es distinta a los patrones de belleza que se venían imponiendo en la ciudad.
Al igual que Cirley, hoy existen también mujeres, como las chicas de Rizos Cartagena, una peluquería experta en cabellos rizados y pelos afro, que acompañan a otras mujeres en el proceso de transición, es decir, el proceso en donde se renuncia a usar más químicos para alisar el cabello y este proceso es complicado porque implica a veces cortarse muy pequeño el pelo. Una mujer, en este proceso de transición me cuenta que al inicio fue muy difícil, de hecho su jefe osó preguntarle que si no tenía dinero para hacerse el cepillado, a lo cual ella tuvo que explicarle en qué estaba. Ella dice que ahora tiene su afro y, aunque a muchos no les convence esta nueva apariencia, ella está feliz porque entiende que no solo es un look, sino que es el renacer de una nueva mujer que representa su identidad afrodescendiente.
Es así como, poco a poco, las mujeres en Cartagena validan otras estéticas logrando que fenómenos sociales como la discriminación por género, por raza y clase se aborden desde la perspectiva del feminismo negro y de iniciativas ciudadanas, lo cual abre los ojos ante un fenómeno social que hoy se comienza a ver reflejado en ciudades como la mía en donde se lucha para que cada vez más se reivindique la identidad de la mujer afrocaribeña; Porque hoy más mujeres pueden ir al quinceañero con su afro, a una entrevista de trabajo con sus trenzas, pueden atender a clientes con turbantes o, simplemente, las niñas pueden ir tranquilamente al colegio con sus rizos al aire.
Colaboradora de Colombia
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