Los talleres o actividades para trabajar emociones, contacto corporal, desinhibición… en las escuelas, ¿ayudan a prevenir la violencia de género y el bullying o al contrario? En el debate de hoy Estibaliz Linares defiende que son necesarios para la prevención, mientras que Susana Gómez argumenta cómo acaban siendo lo contrario; en lugar de ayudar a prevenir, pueden fomentar aún más el acoso.
Estibaliz Linares
La gestión de emociones y corporalidades como mecanismos de prevención de violencias machistas
No cabe duda de que los talleres de prevención de violencias machistas constituyen un mecanismo activo, fuerte y resistente para comenzar a desestructurar los cimientos de este sistema (hetero)patriarcal que nos amarra y encarcela, e intoxica y daña al bien social, y coarta y coacciona a la mitad de la humanidad, las mujeres (en su concepto más amplio, y no como estado monolítico). Sin embargo, ¿cuáles son las estrategias que permiten acudir a los más profundo de los arraigos que configuran este malestar social? ¿tienen cabida la gestión de emociones, o el trabajo corporal?
Si bien, es incuestionable que el trabajo preventivo requiere de un importante cuestionamiento de comportamientos normalizados y dañinos, como por ejemplo los mitos del amor romántico, o el trabajo concreto de violencias específicas (concienciando o visibilizando las diferentes formas); bajo las diferentes experiencias de prevención de violencias machistas en las que he tenido la suerte de participar, veo, y creo, que este trabajo debe ir acompañado de otros mecanismos transversales y concretos, como la gestión de emociones o de la comunicación corporal.
No todo el alumnado parte de la misma conciencia crítica, ni todo el alumnado gesta sus relaciones de forma positiva; de hecho, es común encontraste resistencias en las aulas o un trato tóxico y asimétrico entre chicas y chicos. Por lo que para trabajar de forma profunda las emociones, o, por ejemplo, el contacto corporal resulta un mecanismo muy eficaz para romper resistencias, y acudir a lo más profundo de sus experiencias, que conectan con los esquemas de género (las masculinidades y feminidades). Así, este trabajo permite generar modelos alternativos de comportamientos (trabajando la empatía en ellos, y el empoderamiento en ellas) y favorece las relaciones simétricas que se basan en el respeto, la igualdad y la tolerancia; lejos roles y estereotipos de género.
Sin embargo, la preocupación por las emociones y las corporalidades requiere de espacios sólidos de calidad, y lo que es más importante aún, que sean duraderos en la comunidad comunicativa. Que comiencen desde la infancia y que pervivan a lo largo de su recorrido educativo, ya que, desde la experiencia profesional, se encuentra que en sus comienzos educativos se abren espacios emocionales, pero estos van desapareciendo, hasta no encontrar ningún desahogo emocional. Es imprescindible que se dé cabida real y efectiva aquello que denominamos la coeducación (la que permite trabar en los términos señalados); para promover una convivencia fuera de violencias machistas.
Susana Gómez
Talleres que fomentan el acoso
Un día cualquiera dos compañeros de la clase de E. coinciden en los baños con él y se ríen de sus genitales. A M., una compañera, le pega un empujón provocando su caída en el recreo porque no quiere que se una a su grupo de “amigas”. Son dos hechos reales y nada aislados. Al volver a clase, encuentran que su profe, pensando que es muy chulo, va a hacer un taller de Educación Emocional que consiste en realizar ejercicios de expresión y contacto corporal para desinhibirse, reconocer emociones y perder la timidez, una actuación sin validez científica. Desde la mejor de las intenciones, podemos causar graves confusiones exponiendo a niñas y niños ante situaciones en las que el mensaje es contradictorio porque las mismas personas que en otros momentos les tratan mal, sistemática o puntualmente, pueden acceder a tocarles. Así aprenden sumisión, ya que resulta muy complicado negarse a realizar una actividad dirigida por la maestra o maestro, en lugar de tener libertad para decidir con quién desean ese contacto físico.
Muchas víctimas de abuso sexual cuentan que se quedaron paralizadas sin saber cómo reaccionar ante un episodio así. A través de estos juegos de contacto, las niñas y los niños se socializan normalizando este tipo de conductas de forma que se anulan los mecanismos para identificar y bloquear experiencias indeseadas. Para prevenir el acoso y que los lemas “no es no” y “sólo sí quiere decir si” tengan verdadero significado y sentido, es necesaria la coherencia en nuestra práctica. De nada sirve que celebremos estar en contra de la violencia de género una semana al año o se hagan talleres adhoc sobre emociones. Lo que sí sirve y tiene validez científica es una educación basada en que los mejores sentimientos; que la solidaridad, libertad, igualdad, amistad, sean la respuesta a cada una de las situaciones que vivimos. Son los sentimientos los que nos diferencian del resto de animales y únicamente inculcando a los y las alumnas los mejores podremos transformar los contextos en espacios libres y seguros en los que se puedan desarrollar al máximo de sus posibilidades, siendo mejores personas, más felices y avanzar así hacia un mundo mejor.
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