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Según la última Macro-encuesta de violencia contra la mujer, realizada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en 2015, la prevalencia de la violencia de género por parte de la pareja actual en sus diferentes aspectos a lo largo de toda la vida no varía significativamente cuando se comparan las mujeres más jóvenes, las que tienen entre 16 y 24 años, con el resto de la población. Sin embargo hay una excepción si nos fijamos en la violencia “psicológica de control”. En este tipo de violencia el porcentaje para las jóvenes es superior al recogido para las mujeres de 25 y más años (19,4% frente al 11.3% respectivamente).

Los datos nos deben hacer pensar y preguntarnos sobre algunas cuestiones relevantes. Cuando creíamos que las nuevas generaciones, educadas en un contexto social formalmente igualitario, eran por tanto igualitarias o al menos más igualitarias que las generaciones anteriores, los datos evidencian el elevado volumen de violencia contra las mujeres existente en este grupo de edad.

Durante mucho tiempo hemos pensado que trabajando la igualdad en los centros educativos se prevenía la violencia, pero la realidad nos quita la venda de los ojos y, o bien la igualdad no se ha trabajado correctamente, o bien trabajarla es condición necesaria pero no suficiente. Es probable que las dos razones sean válidas, pero la última cobra cada vez más fuerza pues la investigación social nos va aportando pistas reveladoras. Una de estas pistas la encontramos en un interesante trabajo de investigación Intimate partner violence against women and the Nordic paradox, de Gracia y Merlo publicado el pasado año.

Estos dos investigadores señalan que países como Suecia, Finlandia y Dinamarca, que se encuentran con los índices de igualdad de género más altos (casi 30 puntos por encima de Portugal o Italia, por citar algunos ejemplos) tienen unas tasas de violencia de la pareja entre un 9 y un 14% más altos que los países que acabo de citar. Lo denominan “la paradoja nórdica” y se presenta como una de las cuestiones más inquietantes a las que la investigación debe dar respuesta.

Sirva el ejemplo para ilustrar la idea de que con toda seguridad no es suficiente trabajar la igualdad en nuestros colegios e institutos, sino que se hace necesario trabajar paralelamente y de manera específica la prevención de la violencia de género y hacerlo siempre con la mirada puesta en todo el conocimiento que la investigación va facilitando.

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