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Hoy en día se habla mucho de micromachismos.  ¿Ayuda este concepto en la lucha por la igualdad y en la superación de la violencia de género? En el debate de hoy tenemos dos respuestas contrapuestas. Por un lado, Arantxa Elizondo plantea que ayuda a identificar situaciones de dominación menos visibles. Por otro lado, Elena Duque lo considera una moda que perjudica la lucha contra la violencia de género.

Arantxa Elizondo

Micromachismos: Identificando la dominación invisible

La desigualdad entre las mujeres y los hombres presenta múltiples modalidades: muchas veces se manifiesta a través de formas muy violentas, como asesinatos, agresiones sexuales o maltratos; también mediante injusticias económicas, como la brecha salarial o la feminización de la pobreza; y otras veces por medio de discriminaciones que impiden el acceso de las mujeres a diversas sociales. Está ampliamente aceptado que estas modalidades son manifestaciones del machismo, pero cuesta más asumir que todo ello forma parte de un marco general de dominación que contiene también ejercicios mucho más sutiles del poder de los hombres. El terapeuta Luis Bonino quiso poner en evidencia estas prácticas utilizando desde 1991 el término “micromachismos”, que comprende las tenues y a menudo invisibles estrategias de ejercicio del dominio masculino en lo cotidiano que vulneran la autonomía de las mujeres. Engloba trucos, tretas y manipulaciones con los que los hombres intentan imponer sus propias razones, deseos e intereses. Muchos de estos comportamientos son conscientes, pero otros no suponen intencionalidad sino que son dispositivos mentales y actitudinales incorporados y automatizados dentro de la idea de “ser hombre” y forman parte de las habilidades masculinas para ubicarse en un lugar preferencial de dominio y control y reafirmar los roles que la cultura tradicional asigna a mujeres y hombres.

En los últimos años el término micromachismos ha tenido gran difusión mediática y su uso se ha extendido ampliamente más allá de los círculos feministas y comprometidos con la lucha por la igualdad. Precisamente esta generalización conlleva el riesgo de banalizar su contenido y menoscabar su potencial interpretativo: en muchos casos los micromachismos se han utilizado para trivializar el debate sobre la desigualdad de mujeres y hombres caricaturizando determinados aspectos presentados como irrelevantes, por ejemplo en forma de superficiales discusiones sobre los piropos o las formas de sentarse en un autobús.

Desde mi punto de vista, la mayor aportación de este concepto consiste en que impulsa la reflexión social sobre las formas menos explícitas de dominación de los hombres y, lo que es más importante, contribuye a que las propias mujeres identifiquen situaciones que, sin ser manifiestamente violentas, las colocan en posiciones de subordinación. El concepto de micromachismo posibilita que lo que muchas mujeres podían entender como un malestar individual en sus vivencias particulares cotidianas tenga una interpretación social,y con ello impulsa su toma de conciencia frente a la injusticia que supone la dominación de los hombres.

Elena Duque

Sobre la moda de los micromachismos o como banalizar la violencia

La verdad es que preferiría no estar malgastando en debatir sobre los micromachismos un tiempo que es mejor dedicar a la lucha radical contra la violencia de género. Muy lejos de ser un concepto científico, no es más que una moda, un concepto inventado por un psicoterapeuta que “ha caído en gracia” y es repetido hasta la saciedad sin ningún sentido (como todo lo que no es más que una moda). Mi feminismo no se basa en hombres que lanzan términos que no tienen ninguna validez ni reconocimiento científico. Igual que muchas otras  mujeres, prefiero tener en cuenta las principales revistas científicas internacionales (como Violence Against Women) donde las feministas más relevantes a nivel mundial presentan evidencias evaluadas positivamente de conceptos y actuaciones que han demostrado superar la violencia de género.

Si solo fuera una moda inocua tampoco merecería la pena dedicar ni una línea más, pero sí es necesario destacar un elemento grave. Los micromachismos, esa “denuncia” del machismo cotidiano, sutil, que todos los hombres hacen con cosas como no poner bien la lavadora, pagar la cuenta, o incluso abrirte la puerta…., este planteamiento consigue banalizar la violencia de género, poner el foco en esos hombres “imperfectos” que siempre acaban haciendo algo “micromachista”, en vez de denunciar a los violentos y a los agresores que están destruyendo a mujeres física y psicológicamente.

Los micromachismos ponen a todos los hombres “en el mismo saco”. Si te pones a mirar, seguro que a todos les encuentras una actitud de este tipo, ¡no se salva ninguno! A los agresores y a los violentos les encanta que usemos este concepto, porque así se les desculpabiliza a ellos, ya que “todos son iguales”. De esta manera los micromachismos ayudan a los agresores y culpabilizan a los hombres no agresores y culpabilizan también a los hombres que se posicionan contra la violencia de género, porque el micromachismo siempre les encuentra “algún error” como hombres que son.

El asesino confeso de Diana Quer estuvo a punto de secuestrar a una mujer hace unos días. Dos personas iban por la calle, lo vieron y salieron en su ayuda. Si seguimos el planteamiento micromachista, el peor machismo es el que no se ve, es decir, no es el del susodicho feminicida, sino el del chico que la ayudó porque actuó “como príncipe salvador”… ya sabemos, “siempre están los hombres queriendo proteger a las mujeres como si no supiéramos solas… “

Finalmente, esto me hace pensar que partiendo de que todos los hombres cometen micromachismos y que este (seudo)concepto lo creó un hombre, ¿no será el concepto de micromachismo un micromachismo en sí mismo?

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