El tema del acoso está a la orden del día y con el, el debate sobre qué es o que no es acoso. En este debate Marta Fantova argumenta que aunque los piropos que vienen de personas cercanas pueden ser agradables, los que vienen de desconocidos son acoso. En cambio Andrea Khalfaoui defiende que, si bien hay situaciones en que no se les puede llamar piropos, en esencia pueden ser bonitos.
Marta Fantova
Un piropo, de cumplido, tiene poco
Preparando este texto se me ocurrió que sería interesante buscar la definición de “piropo”. Así que lo tecleé en el buscador de internet y no pude evitar clicar en la página wordreference. Decía así:
Cumplido, sobre todo el que dirige un hombre a una mujer.
Tras esta definición se me hace complicado no pensar que los piropos son machistas, pero bueno, es verdad que tal vez no es la definición más acertada. Aun así, creo que sí que encaja bastante con el concepto de piropo que tenemos. Cuando pienso en piropos me vienen a la cabeza los tópicos de unos obreros gritandoles groserías a las mujeres que pasan, o de un grupo de chavales diciéndole “guapa” a la chica que se acerca. Y sinceramente, por mucho que lo intente solo me vienen a la cabeza ese tipo de situaciones. Situaciones en las que hombres, con el privilegio que tienen por ser hombres, se creen con el poder de valorar a una mujer, en los términos que ellos quieran, sin que ella les pida su opinión. Y es que los piropos ni siquiera son cumplidos, no son una forma de agradar a la persona que los escucha, son una forma de dejar claro que quien lo dice tiene el poder de decirlo.
Los piropos son una forma de cosificar a la mujer, de sexualizarla, de “alabarla” por sus aptitudes físicas. Estos “cumplidos” fomentan la idea de que la mujer tiene que estar guapa y sexy, que debe ser atractiva para los ojos del hombre, y que además el hombre debe expresar abiertamente ese deseo de poseerla. Son una forma más de acoso y de agresión, una agresión tan cotidiana a la que estoy segura, por desgracia, todas las mujeres estamos acostumbradas. Todas hemos tenido que pasar delante de algún tipo que tras mirarnos de arriba abajo nos lanza un beso y nos dice lo atractivas que vamos esa mañana. A mí personalmente cada día me enfada más tener que aguantar esto, no poder ir hasta mi casa tranquila sin escuchar silbiditos que no he pedido. Y es que no me produce ningún tipo de agrado que alguien que no conozco de nada se ponga a valorar si soy guapa o no, ese piropo yo no lo he pedido, y no lo quiero.
A mí los piropos que me gustan son los que me dicen mis amigas cuando nos vemos, los que le digo a mi hermana cuando le llamo después de una semana sin hablar o los que me escribe mi ama mientras estoy estudiando. Esos piropos son los que me hacen venirme arriba, el resto no es más que una muestra clara del sistema heteropatriarcal en el que vivimos.
Andrea Khalfaoui
Los piropos no son acoso
La raíz de la palabra piropo es fuego: pyro. El fuego (bajo determinadas condiciones) es generador de calor, incluso expresión de vida: las entrañas de la tierra y el propio sol son de fuego.
No obstante, el fuego descontrolado o en combinación con otros factores puede destruir, quemar. Igual que el fuego, el piropo puede ser negativo si no se cuidan algunas condiciones. El peligro está en llamar piropo lo que es “fuego sin control”.
El piropo, en esencia, representa esa espontaneidad de resaltar cualidades bonitas o positivas de alguien. Dirigir obscenidades en la calle a personas desconocidas no es piropear. Sin embargo, tenemos tendencia a meter en el mismo saco ambas opciones y así estamos destruyendo la posibilidad de regalar o escuchar palabras bonitas de forma inesperada. En Buenos Aires lo tenían claro en 2010, cuando llegaron a proponer el “Día del piropo”.
Es sorpresa, es una forma especial de generar sensaciones agradables en la persona a quien se los dirigimos. Aunque históricamente se emplee para la conquista femenina. Y esto también lo podemos transformar, pues igual que las palabras son de todos y de todas, la posibilidad de combinarlas al son de la inspiración del momento para resaltar una cualidad bonita con buen gusto también es de todos y todas.
Permítanme poner de ejemplo una experiencia personal. En una ocasión, paseaba con mi hermana por el centro de mi ciudad una tarde cualquiera, un día cualquiera. No recuerdo su aspecto, pero escuchamos una voz que decía “guapa”. Como la pelota en un partido de tenis, mi hermana devolvió rápidamente un “guapo”. No recuerdo su rostro, pero sí su mirada de sorpresa con la respuesta. Después de eso, una sonrisa cómplice entre ellos alargó los segundos posteriores de forma que aun hoy recuerdo ese momento con nitidez.
Hemos dejado de ver las cosas bonitas por ocupar la mirada en las que no lo son. Hemos dejado de disfrutar de lo bonito porque el sonido de lo que no lo es nos resuena. No abandonemos una expresión de exaltar cosas bonitas como el piropo por su mal uso. Hagámoslo nuestro, usémoslo con buen gusto. Tengamos claro que es de todas, es de todos, y pongámoslo en práctica. Después de todo, ¿a quién no le gusta que le digan cosas bonitas?
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