
Ahora es posible prevenir el envejecimiento cognitivo. El devenir demográfico de la población en las últimas décadas, marcado por un incremento de la esperanza de vida, y una reducción de la tasa de natalidad, ha propiciado que el segmento de población envejecida adquiera una relevancia proporcional cada vez mayor respecto al resto de segmentos de edad. Sin ir más lejos, las proyecciones estadísticas europeas (Eurostat, 2016), indican que para 2050 la población mayor de 65 años supondrá un tercio de la población total. Este hecho, unido a una progresiva toma de conciencia social sobre la importancia de la salud en todas las etapas de la vida, ha puesto el acento en la relevancia del envejecimiento activo como garantía de una vida saludable tanto a nivel físico como mental.
En este sentido, la publicación de Northey, Cherbuin, Pumpa, Smee & Rattray (2017) Exercise interventions for cognitive function in adults older than 50: a systematic review with meta-analysis, analiza, mediante una revisión sistemática de distintas publicaciones de impacto a nivel internacional, el efecto del ejercicio físico en la prevención y/o retraso de la disminución de la capacidad cognitiva en personas mayores de 50 años.
Los resultados muestran que, en 36 de los 39 estudios analizados, el ejercicio físico mejoró la función cognitiva de los participantes en el mismo, independientemente de su estado cognitivo inicial. Los autores y las autoras del estudio identifican que el ejercicio aeróbico y de resistencia moderados, los entrenamientos multicomponente o el taichi, resultaron significativos en su efecto sobre la capacidad cognitiva de las personas investigadas mayores de 50 años. De la misma forma, la duración del ejercicio, de al menos 45 minutos, y su realización tantos días de la semana como sea posible, tenían un impacto beneficioso en este sentido.
Así, más allá de los beneficios físicos que provoca el ejercicio moderado, las evidencias científicas demuestran que su práctica continua tiene un impacto directo en la salud mental de las personas que lo realizan. Efecto que resulta más relevante si cabe a la hora de prevenir el deterioro cognitivo propio del proceso de envejecimiento. De esta forma, los autores y las autoras del estudio consideran que las recomendaciones médicas deberían incluir siempre el ejercicio físico, además de la dieta, como parte esencial para lograr un envejecimiento saludable en un segmento de la población con una presencia cada vez mayor.
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