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Naciones Unidas firmará un  pacto mundial para mejorar la situación de todas las personas migrantes, especialmente el de las mujeres en 2018. Junto con las organizaciones comprometidas en hacer visible esta problemática, desde la ciudadanía hay iniciativas que tratan de hacer visibles las dificultades que se suman al proceso migratorio, sea el que sea, cuando se es mujer. 

Las mujeres que migran sea por situaciones laborales, de guerra o por violencia sexual sufren diversos tipos de violencia tanto durante su viaje como en el lugar de destino.  Alrededor de un 35% de mujeres en todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual tal  y como indica el informe realizado por la Organización Mundial de la Salud, junto con otros organismos: Global and regional estimates of violence against women.  

La violencia que padecen las mujeres, no solo es un delito sino que además comporta serios problemas de salud tanto física como mental para aquellas mujeres que lo sufren. Madise y Onyango en su revisión, publicada en The Lancet, de algunas de las investigaciones sobre las repercusiones que sufren concretamente las mujeres migrantes respecto la violencia sexual, muestra la grave dimensión del problema.

Desgraciadamente los casos más actuales como la situación de las mujeres Rohingya  o las mujeres del Norte de África y Oriente Medio, nos muestran que frente al acoso sexual y las violaciones sufridas, los Estados Miembros de la Unión Europea no están ofreciendo una protección adecuada ni informando de dichas violaciones.

Otra de las investigaciones destacadas resalta que además de la violencia psicológica sufrida por las mujeres que padecen violencia sexual, éstas tienen una alta probabilidad de ser infectadas con el VIH. Lejos del prejuicio existente de que determinados colectivos inmigrantes de mujeres llegan a Europa infectadas ya del virus en su país, las investigaciones demuestran que dicha infección se produce en el 51% de los casos tras la migración. Situación causada debido a la baja protección que tienen estas mujeres por parte de los Estados que las acogen. Por tanto el Pacto Mundial que se firmará en el 2018 puede contribuir a mejorar la situación.

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