No mata el amor, matan los violentos

Mar Joanpere

La historia demuestra cómo es gracias al amor que se pueden construir los lazos más fuertes de libertad y solidaridad entre las personas, del mismo modo que la historia y nuestro entorno demuestran cómo son los discursos contra el amor los que rompen los vínculos más fuertes de libertad y solidaridad. Mujeres Libres en 1936 fue capaz de crear un espacio donde cada mujer era libre de escoger con quién y cómo deseaba tener sus relaciones. Libres porque decidían el amor que querían. Eso se fue rompiendo cuando de la libertad se pasó al “todo vale, y cuantos más, mejor” pervirtiendo los principios y destrozando los valores. Ese cambio de paradigma supuso grandes y graves confusiones que se han ido incrementando a medida que se han banalizado e incluso ridiculizado, cada vez más, los deseos de amor y de libertad. Estas confusiones tienen consecuencias sociales progresivamente más graves. La mayoría de los debates actuales no son capaces de llegar a lo profundo y necesario que es la atracción que la violencia genera a nivel social hasta el punto de implicar un riesgo muy grave desde edades muy tempranas. Son muchos los estímulos que desde pequeñas y pequeños nos impulsan socialmente -desde todos los contextos- a sentir deseo por las actitudes más chulescas, más faltonas, más agresivas, confundiendo a los y a las jóvenes, que acaban vinculando estas actitudes violentas al amor, sin entender por qué les atraen los modelos violentos mientras saben que lo que les conviene son prototipos muy distintos, que nada tienen que ver con la violencia, sí con el amor. Y eso no va de amores para toda la vida o de parejas estables, eso pasa en todo tipo de relaciones, ya sean de una noche como de toda la vida, en las puertas de una discoteca o en las casas okupas. El amor del siglo XXI es revolucionario por preventivo de cualquier tipo de violencia, es radical porque implica igualdad, pasión, solidaridad, así como libertad de escoger cómo, cuándo, dónde y con quién/es. Este es el amor que algunos y algunas quieren cargarse sin pensar en que destrozar los sueños radicales sin generar alternativas capaces de apasionar condena a las chicas directamente a mantener relaciones sin sentido, convirtiendo la solidaridad en pura competencia y rivalidad, mientras ellos aprenden que cuanto más chulos y más violentos sean más van a triunfar. Este es el debate que escondemos a medida que nos cargamos el amor en nombre de la“libertad”. El feminismo más revolucionario está vinculado al rechazo a la violencia y a los violentos, conscientes de que el amor no solo no mata, sino que es la principal alternativa de prevención contra la violencia.

El amor, sin apellidos, mata

Marian Moreno

El Amor, así con mayúsculas y sin apellido, mata. Si todas las asesinadas por violencia machista no hubieran creído que estaban con su verdadero amor, no hubieran sido asesinadas, estarían todavía entre nosotras. El machismo se apoya en el amor para ejercer su poder, como bien dice Kate Millet “Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban”. El amor mata porque nos enseñan, desde la familia, a la escuela, a la cultura, a los medios de comunicación y a nuestra socialización, que como mujeres debemos entregarnos del todo en nombre del amor, porque a nosotras, históricamente, nos han enseñado que es el amor el centro de todo nuestro proyecto de vida. El amor mata porque nos inculcan que sin él no somos nada, que solas no vamos a ningún sitio, que debemos ser dependientes emocionales sea de quien sea y que será una suerte si no te toca enamorarte de un violento. Es muy difícil que una sola, sin ayuda, pueda hacer frente a la cantidad de mensajes que le marcan el camino de la entrega absoluta y la dependencia emocional. El amor mata porque nos lo meten en vena, en chutes en los que el amor nos salva de la soledad y el fracaso. El amor viene vestido de rosa, a trepar por nuestra torre de soledad y llevarnos a una vida ideal. Así nos lo dicen los cuentos, las películas, las novelas y casi todo lo que nos bombardea desde que nacemos. El amor mata porque las diferentes religiones monoteístas nos han dicho que aguantemos, que somos el ángel de la casa, pero que fuera de la casa y de la pareja no somos nadie. El amor mata no porque sea malo en sí mismo, no porque amar no sea bueno, el amor mata porque la construcción que hemos hecho de él es totalmente perversa y desigual para hombres y mujeres. El amor mata porque esta sociedad nos prepara toda la vida para vivir para alguien sin mirarnos a nosotras mismas, pero a los hombres no se les plantea de la misma forma. El amor nos mata al creer en la media naranja, al pensar que el amor todo lo puede, al aceptar los celos como muestra de amor. Solo cuando al Amor le añadamos el apellido Feminista dejará de matar, porque siendo Feminista ya no podrá ser desigual, pero dejará, eso sí, de ser amor como lo hemos entendido hasta ahora. Por eso, el amor, sin apellidos, mata.​

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