Explican Rios-González, Peña Axt, Duque y de Botton que, aunque sabemos el rol que juega la familia como un agente socializador de los roles de género y su influencia en la perpetuación de la violencia en las parejas (intimate partner violence, IPV), aún existe poca literatura científica sobre los efectos que tienen los actos comunicativos que se dan dentro del contexto familiar, ya sea como un factor de “protección” o un factor de riesgo en relación con esta violencia. En su reciente publicación “The Language of Ethics and Double Standards in the Affective and Sexual Socialization of Youth. Communicative Acts in the Family Environment as Protective or Risk Factors of Intimate Partner Violence” [Lenguaje de la ética y doble moral en la socialización afectivo-sexual de los y las jóvenes. Actos comunicativos en el contexto familiar como un factor de protección de la violencia en la pareja] en la revista Frontiers in Sociology, los y las investigadoras aportan nuevas evidencias sobre cómo la comunicación que se establece en el contexto familiar contribuye muchas veces a perpetuar procesos de socialización que vinculan el deseo a la violencia. La hipótesis que plantean es que los actos comunicativos establecidos en interacciones diarias en la familia, incluyendo el lenguaje verbal y el lenguaje no verbal, están fomentando mantener un discurso en el que predomina la doble moral en relación con las relaciones afectivo-sexuales de los y las jóvenes.

Para llevar a cabo la investigación, Rios-González y colegas utilizan la metodología comunicativa, realizando un estudio de carácter cualitativo. En el estudio participaron 60 personas, chicas y chicas jóvenes entre 18 y 23 años, y además, 8 padres y madres de algunos de estos jóvenes. Los y las investigadoras utilizaron 3 técnicas de investigación: historias de vida, entrevistas y grupos de discusión.

Los resultados señalan cuatro temas derivados de los diálogos en el contexto familiar y cómo estos perpetúan discursos con doble moral. En primer lugar, la reproducción del lenguaje de la ética cuando se habla de chicos. Cuando los padres hablan de aquellos chicos a quienes consideran apropiados para ser escogidos por sus hijas para una relación afectivo-sexual, lo hacen utilizando el lenguaje de la ética, es decir, enfatizando los buenos valores del chico pero dejando a un lado aspectos relacionados con el deseo. De esta forma, según la evidencia recogida, este tipo de interacciones acostumbra a tener el efecto contrario al deseado: precisamente acabar fomentando la atracción hacia modelos de masculinidad violentos.  

El segundo elemento observado está en relación con el lenguaje que utilizan las madres cuando hablan con sus  hijas sobre relaciones afectivo-sexuales y sobre chicos, que tiende a ser mayoritariamente un lenguaje de la ética. En este sentido, frecuentemente las madres resaltan las características positivas que tienen algunos chicos que ellas consideran que pueden ser escogidos por sus hijas, haciéndolo desde la ética. Pero sucede justamente que estos chicos no son considerados atractivos por las menores. El trabajo de campo indica que las chicas tienden a hablar de su vida privada con sus madres, y que se sienten más cómodas haciéndolo con ellas que con sus padres. En estos espacios de diálogo que se generan entre madres e hijas, tiende a predominar el lenguaje de la ética, como hemos dicho, pero cuando la conversación es entre padres e hijos (chicos), tiende a suceder lo contrario: muchos padres utilizan un lenguaje claramente diferente y alejado de afirmaciones meramente éticas.

Este es el tercer elemento que emerge de los resultados: cómo el lenguaje utilizado por los padres -y a veces por las madres- contribuye a perpetuar la doble moral, lo cual no ayuda a fomentar un modelo de atracción en las relaciones afectivo-sexuales que sea alternativo. Los padres participantes en el estudio utilizan un lenguaje diferente cuando interactúan con sus hijos que cuando lo hacen con sus hijas. Este es un tipo de lenguaje que tiende a reproducir un modelo de masculinidad tradicional dominante, principalmente a través de utilizar palabras que comparan a las chicas con objetos.

 

El último elemento identificado está relacionado con las consecuencias que tiene en los y las jóvenes el hecho de que en las interacciones familiares, cuando se habla de relaciones afectivo-sexuales, se haga desde el lenguaje de la ética. Los y las investigadoras apuntan a dos consecuencias. La primera es la reproducción de la doble moral, tendiendo así a poner atractivo en modelos de masculinidades asociados con modelos dominantes. La segunda se da al referirse a chicos jóvenes con valores buenos, que son concebidos meramente como amigos y no como posibles parejas o candidatos con quienes tener una relación afectivo-sexual. Así, a pesar de los intentos de las familias de socializar a sus hijas en relaciones en las que predominen los valores igualitarios, el lenguaje de la ética que utilizan les acaba impidiendo ver el atractivo hacia modelos de masculinidad alternativos.

 

Con todo, estos resultados proveen de nuevos argumentos sobre las interacciones y el tipo de lenguaje que se utiliza y genera en los contextos familiares. Así, afirman los y las autoras que es necesario continuar explorando los mecanismos para construir relaciones familiares en las que haya un lenguaje alternativo que incorpore también el lenguaje del deseo rechazando, al mismo tiempo, relaciones violentas y modelos de atractivo agresivos.

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