La masiva rotura del silencio de la que somos testigos durante los últimos meses bajo el lema del #MeToo ha podido sembrar duda sobre la seguridad de los diferentes ámbitos en los que dichos acosos se pueden estar dando. Como esta realidad salpica también a las universidades, pudiera entrar la duda de considerar la academia un lugar realmente seguro o no, para las y los jóvenes de nuestra sociedad, en comparación con otros entornos sociales. Otra de las preguntas históricas a debate se cuestiona si las jóvenes académicas tienen más o menos probabilidad de estar en relaciones interpersonales violentas que las que no lo son.  

Ann Coker, la directora del Centro de Investigación en Violencia contra la Mujer de la Universidad de Kentucky y experta en el análisis de la violencia de género en los campus universitarios y del concepto bystander intervention, se ha hecho la misma pregunta junto a otras investigadoras del centro, llevando a la práctica una investigación para clarificar la cuestión: ¿Las tasas de violencia interpersonal son más altas entre las mujeres jóvenes en la universidad en comparación con las que nunca asisten a la universidad?

Con una muestra de 959 mujeres de Norteamérica de entre 18 y 24 años, para el estudio las autoras compararon por un lado el tipo de violencia ejercido por la pareja (violencia sexual, física y psicológica) y la gravedad (media, moderada, severa), con el acoso sexual y la sospecha o el conocimiento de que alguien les haya puesto alguna vez droga en la bebida. Todas las jóvenes tenían pareja o la habían tenido en el último año. De ellas, 272 estaban haciendo una carrera y 687 no habían ido nunca a la universidad. Ajustando las diferencias demográficas entre los dos colectivos de mujeres, el estudio demuestra que no se evidencian diferencias significativas en las tasas de violencia sexual entre parejas de mujeres académicas y no académicas (la sufren un 28,4% de jóvenes no universitarias y un 23,5% de jóvenes universitarias), violencia física en la pareja (27,9% no universitarias, 26,3% universitarias), violencia psicológica por la pareja (6,10% no universitarias, 5,59% universitarias), acoso sexual (15,5% no universitarias, 14,1% universitarias); droga en la bebida (8,5% no universitarias, 7,8% universitarias).

Se observa, por tanto, que en ninguno de los ítems analizados hay diferencia significativa entre ir a la universidad o no hacerlo. No obstante, las tasas de violencia interpersonal evidenciadas ponen de manifiesto la realidad de la violencia que actualmente sufren los y las jóvenes y, por tanto, la necesidad de intervenir en la prevención y superación de la violencia sexual en todos los entornos de la sociedad, desde la universidad, al mundo laboral, la comunidad, etc.  

No queremos que nuestras y nuestros jóvenes dejen de ir ni a la universidad ni a cualquier otro espacio, sino que luchamos para que en su camino se encuentren un entorno ético y humano, libre de cualquier tipo de violencia y lleno de bystanders activos que siempre se pongan de su lado.

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