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El pasado 24 de enero se hizo público en The Royal Society Publishing un artículo sobre los movimientos del feto dentro de la barriga de la madre, cuyo autor es el bioingeniero e investigador asociado del Imperial College de Londres, el Dr. Stefaan Verbruggen, junto a más de sus colegas.

El artículo hace referencia a lo beneficiosos que son los movimientos de los y las bebés dentro del vientre materno para el correcto desarrollo de sus huesos. En las 10 semanas de gestación, aproximadamente, los y las bebés empiezan a mover la cabeza y el cuello, seguidos por movimientos de todo el cuerpo, de las extremidades y, a las 15 semanas, la respiración, aunque la madre no nota estos movimientos hasta avanzada la gestación. Precisamente, empiezan a notarlos a partir de 16 a 25 semanas de embarazo. No obstante, aunque resulta difícil rastrear estos movimientos en los fetos humanos, tal y cómo explica Verbruggen, ahora se ha podido realizar un estudio mediante escáneres de resonancia magnética (MRI Scans) que captan la imagen de los movimientos.

Los investigadores y las investigadoras del estudio han observado diversas imágenes extraídas de los escáneres de diferentes mujeres embarazadas. Encontraron que las patadas se vuelven más fuertes a partir de 20 a 30 semanas. Durante este tiempo, las paredes del útero se modifican, a causa de las patadas, unos 11 milímetros de promedio, pero a las 35 semanas la fuerza disminuye y el útero se mueve menos con cada patada, solo alrededor de 4 milímetros de promedio; lo cual tiene sentido, ya que en esta etapa los tejidos pueden estirarse y se vuelven muy apretados. Este aumento sobre la presión de los huesos y articulaciones, aseguran los investigadores y las investigadoras, ayudan al crecimiento del feto.

Los resultados destacan la importancia de los tipos correctos de movimientos en los fetos. Los y las bebés que nacen prematuramente, por ejemplo, podrían tener trastornos en las articulaciones y, es posible, que estas junto al crecimiento óseo se vean afectados por el desarrollo de los y las bebés en un ambiente dominado por la gravedad, en lugar de los límites elásticos y apretados del útero. La posición en el útero, incluso, podría afectar, ya que, por ejemplo, los y las bebés que tienen la cabeza en los glúteos podrían tener un mayor riesgo de trastorno en la cadera. Así mismo, por ello se está estudiando la relación entre los movimientos fetales y el estrés y la tensión del esqueleto en los grupos seleccionados.

Verbruggen reafirma la importancia de las repercusiones que pueden tener las fuerzas mecánicas en el útero a largo plazo. La forma en la que nos movemos en el útero, incluso antes de nacer, puede afectar a nuestra salud mucho más adelante en la vida.

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